La humildad y la grandeza de la búsqueda infinita

La humildad y la grandeza de la búsqueda infinita

 

Escrito por Victoria Velutini

 

La palabra no es el sitio del resplandor, pero insistimos, insistimos, nadie sabe por qué.

(Memorial, 1977)

 

 

Existe algo tan noble en la persona que es Rafael Cadenas que es difícil ponerlo en palabras. Su obra es, en mi opinión, uno de los ejemplos más contundentes de la creación poética nacional. No creo que esto sea una exageración, pienso que muchos aceptarán esta que es, en mi aún corta experiencia, una verdad que resuena en mi mente y que creo compartida entre las miradas de quienes lo han leído y visto, intercambiado con él unas cuantas palabras o escuchado sus lecciones como profesor universitario. El poeta ha dedicado su vida a la búsqueda del núcleo que nos permite comunicarnos, expresar de forma articulada las incongruencias del subconsciente y, definitivamente, aquello que nos diferencia de todas las especies de la Tierra: el lenguaje.

La labor que realiza aquel que decide consagrar su vida a la poesía es extenuante y silenciosa y es en estas dos dimensiones que he querido centrar el presente texto. La poesía es, incluso para los lectores frecuentes, una dimensión literaria compleja. Se intenta encontrar el sentido de una representación que es, en esencia, imposible de capturar, cuya naturaleza está en la fluidez de su significado y en la capacidad que tiene de retratar el sentir humano con la precisión de un objeto que, aunque paradójico, tiene las mismas características que el yo, que el individuo.

Portada de «En torno a Basho y otros asuntos».

Cadenas es un interesado por la palabra, quizá este sea el secreto de tan prolífica carrera: la curiosidad que nunca descansa. Su anhelo por deshacerse de todo lo que sobre en el arte poético es tal que exhibe aspectos orientales en sus últimos ejemplares, por ejemplo, Sobre abierto (2012) y En torno a Basho y otros asuntos (2016). Cuando me refiero a “lo oriental”, quiero decir a la estética minimalista, desligada del adorno innecesario y que carga con ella lo que se considera esencial. Entonces, si la palabra se encuentra desprovista de ornamentación, necesariamente debe querer conseguir la exactitud, el epítome de su forma. Este es el ejercicio que el poeta ha hecho a lo largo de su trayectoria, ejercicio que requirió de ensayo y error, de investigación interna y externa, y que ahora se acerca a la “orilla” prevista.

Esto también se adjunta al que enuncia, al poeta, es decir, para alcanzar el fondo de la palabra debe él, por su parte, integrar estos preceptos a su propia vida, a la realidad que lo modela y que necesita para poder concretar el acto poético. El ego se desplaza a otros espacios, las imágenes preconcebidas se regeneran y, entonces, hay lugar para la pureza de lo que no ha sido contaminado, ni generado con la expectativa de propiciar reacciones, solo para decir, ser.

La grandeza del acto debe reducir al autor a un estado de humildad perenne. Parece esto ser un requerimiento no negociable en el mundo de la poesía (y de las artes, en general), de otro modo el producto final se alejaría de todo lo que defiende y tratando de ser más de lo que le es inherente, se deformaría. El mensaje llegará al destinatario, de eso no hay duda alguna, pero su valor será significativamente menor al que pudo poseer el “cuerpo potencial”. Al menos esto es lo que, al leer al poeta, he podido precisar con respecto a la postura que los críticos, literarios y escritores han venido planteando desde hace ya algún tiempo cuando se refieren a la poesía. Verdaderamente, su obra ha servido como una cronología poética de nuestro país y de la vida misma, del universo que albergan los hombres.

Portada de «A Rilke, variaciones»

Todo apunta a que su más reciente poemario A Rilke, variaciones (2024) editado por Galaxia Gutenberg, seguirá el mismo hilo de reconocimiento y de estilo que los anteriores, ya que si algo caracteriza a Cadenas como poeta es su constancia y su clara afición a la investigación, es decir, que no descansa tras fijar su vista en un objetivo.  La obsesión es, al igual que la curiosidad, otro de los elementos identitarios (y necesarios) de un poeta. No obstante, ningún otro poemario del “maestro” había tenido una dedicatoria tan directa, lo que demuestra que la conexión que lo une a Rilke es, quizá, más grande de lo que muchos habían previsto. Recuerdo leer un fragmento de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910) y pensar que algo como eso lo pudo haber escrito Cadenas en otro formato, lejos de las ataduras de la narrativa y que parte de su pensamiento podía hallarse en esas líneas…

El próximo 23 de abril se presentará, dentro de las distintas celebraciones y eventos que se han desarrollado con el propósito de celebrar su nonagésimo cuarto cumpleaños, el libro Aún a tiempo (2024) por la Fundación para la Cultura Urbana, en las instalaciones de la Universidad Católica Andrés Bello. Dicho libro se adjunta a la colección de ensayos que ha presentado con anterioridad, como Realidad y literatura (1979) y En torno al lenguaje (1985). Aunque el trabajo ensayístico de Cadenas no sea tan conocido como su poesía, es casi tan importante como el último, diría que no hay manera de juzgarlos por separado, sino que más bien se trata de un diálogo interminable que incide en ambos géneros: lo que se defiende en los ensayos se consigue en los poemas y mucho del lenguaje poético de Cadenas puede encontrarse en sus ensayos.

Un autor “completo” (que no se contradiga con frecuencia y cumpla con su discurso) no es común, pero tenemos ante nosotros un artesano de la palabra que se ha tomado el tiempo de reflexionar sobre la vida interior y exterior, y el espacio periférico que ocupa la poesía en el escenario total con una perseverancia increíble. Su trabajo es una representación sobre lo que es aprender a aceptar el vacío que nos corresponde. Eso es todo…mas ¿no es acaso inmenso? Cadenas, como todo poeta, se encuentra marcado por la humildad y la grandeza de la búsqueda infinita, por la dicotomía de una vocación que es tan solitaria como celebrada. Su legado, espero, se expandirá tanto como dure el tiempo.

Juancho el caimán carupanero ¨que hasta el norte fue a parar¨ celebra su segunda edición

Juancho el caimán carupanero ¨que hasta el norte fue a parar¨ celebra su segunda edición

Por Camila Guillén

El pasado 4 de abril en el Espacio Americano Grace Hopper, ubicado en nuestra Universidad Católica Andrés Bello, se llevó a cabo la celebración del bautizo de la segunda edición de Juancho el caimán carupanero de la editorial abediciones. Dicho evento, contó con la participación directa de los protagonistas, realizadores y colaboradores de la emotiva e inspiradora obra.

Cecilia González, protagonista del relato y quien escribió el libro, fue la responsable de dar inicio al acto organizado por la Dirección General de Cultura de la UCAB. Asistieron más de 50 estudiantes de educación básica del Colegio San Agustín – El Paraíso para conocer la historia de Juancho, un caimán venezolano que tuvo que emigrar de su país para preservar su especie.

Cecilia profirió un discurso anecdótico en el que contó, con lujo de detalles, la historia que se relata en el libro. Expresiones como: “Sus ojos nunca se me van a olvidar”, “Nada más al pronunciar su nombre él salía con esa fuerza” inundaron la sala e hicieron evidente la estrecha relación que mantuvo con el imponente animal.

Gabriel Moncada, hijo mayor de Cecilia González e ilustrador del libro, también tuvo una importante actuación en la celebración. Mediante sus afirmaciones dio a conocer, ante los invitados, lo crucial que fue para llevar el proyecto a cabo “La historia de Juancho me sensibilizó y me hace querer hacer historias sobre los animales en peligro de extinción”.

El evento, a su vez, contó con la participación de Luis Sigler (vía online) y Alvaro Velazco, profesionales en lo que a animales salvajes se refiere, quienes están o alguna vez estuvieron al cuidado de Juancho. Los ya mencionados, dieron su versión de los hechos, contestaron preguntas de los estudiantes y agradecieron a The Dallas World Aquarium por el financiamiento otorgado.

Lectura de la autora Cecilia González

Sigler, actual cuidador de Juancho en The Dallas World Aquarium y escritor del prólogo del libro, fue una de las primeras personas en incitar a Gabriel a contar la historia del caimán carupanero, luego de que el chico diera con el paradero de la curiosa mascota de su madre, “Gabo es mi gran superhéroe” afirmó.
De igual modo, la casa editorial dijo presente, Jonathan López, subdirector de abediciones, inició su intervención confesando que la historia de Juancho sedujo a todo su equipo de trabajo. Más tarde, se dedicó a explicar, a los estudiantes del colegio San Agustín, cómo se realizó el proceso de producción y diagramación del libro.

El bautizo culminó con una emotiva lectura en voz alta, de todo el relato, presidida por Cecilia González y su hijo menor Diego Moncada. Asimismo, se obsequiaron ejemplares de la nueva edición a los asistentes.

La balanza de poder en una sociedad sin reglas: el caso de Oil Story, de Ibsen Martínez

La balanza de poder en una sociedad sin reglas: el caso de Oil Story, de Ibsen Martínez

Texto de Victoria Velutini

 

 

En el desarrollo de la novela Oil Story, de Ibsen Martínez –y también, curiosamente, al final de la obra– se menciona el siguiente extracto de uno de los poemas del poeta norteamericano Delmore Schwartz: “El tiempo es el fuego en el que ardemos.” Pareciera que esta suerte de sentencia redirecciona el sentido de la trama y también sugiere al lector lo que se encontrará durante el desarrollo de la novela y esto es, precisamente, la base del argumento que me propongo a manejar. Sin embargo, primero quisiera presentar mi interpretación de este fragmento poético.

 

¿Sentimos el tiempo? Solo en nosotros mismos, el tiempo es individual y a la vez es colectivo, es decir, no podemos sentir el peso del tiempo en los demás, tan solo observarlo. Si el tiempo es el fuego en el que ardemos, entonces solo tenemos conciencia de él mientras estamos vivos. Y, a la vez, no podemos ser espectadores del mismo porque también estamos en él, nos rodea y nos construye. El tiempo nos consume, nos acerca a la muerte y dibuja fronteras en nuestra vida.  La llama y sus consistencia, durabilidad, es un completo misterio. Puede que arda por mucho tiempo o, en cambio, por muy poco. Sea cual sea el resultado, como no podemos verlo porque estamos inmersos en él, se torna corto. La vida es ínfima, es solo un momento, y también lo son los periodos por los que pasamos a lo largo de ella, se enciende y se apaga en un abrir y cerrar de ojos, todos debemos estar preparados para los cambios, pero quizá sea esto más fácil decirlo que hacerlo.

 

En este sentido, nos encontramos frente a una novela que nos advierte, rápidamente, sobre la inestabilidad que embarga al discurso. Schwartz se inserta en el texto del autor y sus palabras actúan como un pequeño llamado que descoloca al lector y que lo posiciona en la realidad próxima para que sea capaz de comprender los sucesos que ocurrirán en la narrativa.

La  “novela petrolera” de Ibsen Martínez, Oil Story, es una historia política y crítica que hace que dudemos del aspecto ficcional de lo narrado. Y eso es, precisamente, lo que hace una buena obra literaria de este género, nos induce en una realidad de la que nos es difícil salir o que, de alguna manera, se une con la nuestra, entrelazándose con lo que conocemos y solidificando la historia. En el caso de Oil Story, esto no sería un desacierto, ya que existe verdad en la ficción, el contexto y los sucesos en los que el autor introduce a la historia son parte del imaginario venezolano y se desenvuelve en periodos verídicos y conflictivos para nuestra sociedad.

 

La trama se desarrolla en las calles de Caracas, a finales de la década de los 90, en donde la Industria Petrolera vive una de sus mejores épocas y Venezuela se ubica en las primeras posiciones de producción mundial. El aparente crecimiento de la economía hace que la Industria se potencie y, con ella, crezcan las oportunidades de estudio en diversas áreas. Petróleos de Venezuela invierte en asociaciones, investigaciones y proyectos alrededor del mundo, lo que hace que su prestigio como empresa crezca y que sus trabajadores ganen renombre en el campo. Se convierte en un burbuja de prosperidad que, inevitablemente, tiene como destino la disolución, porque nada puede durar en un espacio en el que no hay bases sólidas.

 

La estructura de la novela también es cambiante. Coincide con los motivos literarios y con los arquetipos que el escritor construye. Por lo que pronto nos damos cuenta de que no existe una estancia segura, no hay nada que delimite estabilidad, más bien se trata de una constante lucha por mantener un estilo de vida o por alcanzar el bienestar mínimo, algo que le permita al otro “ser” y “vivir” sin “sobrevivir”. Es así como encontramos a los personajes principales, cuyas historias individuales remiten a una estructura mayor, es decir, todos ellos arman una especie de cuadro compuesto por secuencias fragmentadas que se repiten una y otra vez en diversos escenarios, como la misma historia del país.

 

El primer personaje que se le presenta al lector es Jerry Espinoza. Jerry es ingeniero de Petróleos de Venezuela, es decir, trabaja en la industria propiamente dicha y, por lo tanto, posee ciertos privilegios. Su postura en la empresa es neutral (aunque algo subversiva), pero podría decirse que se encuentra en una posición bastante estable y que su desempeño influye directamente en el crecimiento o en la caída de la compañía. Su esposa Natalia  también trabaja ahí y, sin contar con sus problemas de alcoholismo, su vida parece ir según lo que había planeado. Sin embargo, la noche en la que Natalia lo deja en el estacionamiento del aeropuerto, borracho y sin noción del lugar en el que se encuentra, se ve obligado a enfrentar un robo inesperado en el que termina por asesinar a su atacante y debe pactar con un submalandro para deshacerse del cuerpo y poder regresar a su vida normal. La culpa por el asesinato lo consume y empieza a afectar tanto su vida laboral como su vida personal.

 

Después está Guillermo, ávido narrador que posee el don del lenguaje. Es el escritor a quien confiesan todos los sucesos, el depositario de la realidad que posteriormente se convierte en literatura. Guillermo o Memo, es el amigo de la infancia de Jerry y se da cuenta, al poco tiempo de estudiar Matemática, que su verdadera afición es la escritura y que su personalidad no encaja en los moldes estipulados por la Academia, que está hecho de incongruencias, de cosas que no están hechas para durar. Cuando se encuentra a Jerry en una noche en la que salen a beber, este le cuenta la mañana siguiente que desea implementar un plan maestro para acercarse al candidato presidencial Hugo Chávez y que, para hacerlo, necesita de un escritor fantasma que redacte artículos semanales para una novedosa editorial petrolera. Guillermo acepta y su vida cambia a partir de entonces. Conoce a la mujer con la que quiere pasar el resto de sus días, se convierte en padre sin esperarlo y asume un papel que había deseado desde hace ya mucho tiempo.

 

Mayimbe es un personaje ambiguo, que se encuentra en una situación deplorable…es, como muchas otras personas, víctima de las circunstancias. Los actos delictivos que ha cometido no lo llevan a ser un malandro, pero tampoco es un ciudadano correcto, por lo que la calificación de submalandro calza perfectamente con lo que es: ni un extremo ni el otro, un extraño punto medio que es tan terrible como encantador. Se ve en la necesidad de pedirle trabajo a Jerry, pues no hay forma de que entre a la industria propiamente dicha sin una recomendación de alguien que ya esté dentro. La negación que obtiene de su antiguo vecino no le agrada y es por ello que en el momento en que encuentra a Jerry con el cuerpo casi inerte de un padre de familia, se aprovecha de la situación para extorsionarlo: roba su teléfono y llama a su esposa para contarle lo que sucedió la noche que lo dejó solo en el estacionamiento del aeropuerto.

 Lo que ocurre después de la llamada es una sucesión de eventos desafortunados que llevan al personaje a un hospital, gravemente herido, en donde deben amputarle la pierna y en donde conoce a Rosa, enfermera del hospital, que lo acoge en su casa y transforma su vida…Se mete en la piel del hombre que siempre admiró y, similar a una metamorfosis, asume el papel que el Negro tuvo en vida, convirtiéndose en un “ciudadano correcto”. La vida se redime con Mayimbe y le proporciona un futuro al que puede adaptarse rápidamente. Es él el prototipo de “ciudadano” que necesita el nuevo gobierno, alguien que esté dispuesto a seguir órdenes, sin oposición alguna, alguien que intenta proteger su bienestar porque nunca ha tenido nada parecido.

Finalmente, está el Negro Altuna. El lector no conoce al Negro Altuna, pero su presencia se halla en toda la obra. Desde el inicio, la voz poética del negro acompaña a los personajes y los guía en su camino. Es un refugio y un modelo ético y moral que logra condensar a los demás en un solo ideal. Escritor e investigador, el Negro Altuna realiza una labor investigativa sumamente importante, pero que pasa desapercibida en el campo cultural venezolano. Su trabajo es conocido por pocas personas y en ellas incluye a su familia y amigos. Sin embargo, años después de su muerte, Guillermo y su hija Berenice logran publicar toda su obra en la editorial de Jerry y su trabajo pasa a ser parte de la Biblioteca Oficial de Petróleos de Venezuela. Para ser archivado, una vez más…

 

Hay algo místico, además, en la historia paralela del Leviatán marino que se esconde en el Golfo Triste. Como si esto funcionase como una suerte de metáfora de aquello en lo que queremos creer, pero que verdaderamente no existe. La presencia de la ausencia les permite continuar con sus vidas, idear una fantasía en la que existe la posibilidad de grandeza y esa latencia es, por desequilibrado que parezca,  aquello que termina por concebir la realidad. Después de todo, es propio de nuestra cultura tomar refugio en el misterio, en la excusa del “quizá” o en una providencia que provea las respuestas que tanto necesitamos, pero esto solo resulta en la confusión y en la pérdida de un objetivo plausible que nos permita avanzar con seguridad.

 

Estas indeterminaciones modelan al contexto y hablan de una identidad que se encuentra en suelo movedizo. Todo es posible  en Oil Story, gracias a la falta de reglas que apoyan y fundamentan el ascenso o el descenso del individuo. De esta forma, los resultados no son predecibles y la jerarquización se desdibuja, ya que el escalafón más bajo puede llegar a posiciones de alto rango y viceversa en un giro radical. La problemática de Petróleos de Venezuela se reduce a esta instancia: creer que están hechos para perdurar y que la labor que realizan sólo puede estar en sus manos. La verdad es que la totalización no es posible y los planes a largo plazo, nos enseña el autor, perecen bajo el escrutinio de la cruda realidad.

Eduardo Liendo, literatura y Mr. TV

Eduardo Liendo, literatura y Mr. TV

Texto de Marcelino Bisbal

 

 

Una migración cultural fundamental en la

segunda mitad del siglo XX:

la que va del cine, espectáculo en sociedad,

a la televisión, el regreso de la familia

que modifica los antiguos métodos de manejo hogareño.

Carlos Monsiváis

En Aires de familia

 

 

I

 

La década de finales de los años sesenta y todo lo que fueron los años setenta hasta comienzos de los ochenta, será rica y fructífera en la producción intelectual (académica fundamentalmente) sobre el medio televisión. Las reflexiones de ese entonces sobre la tele estuvieron muy determinadas por las tesis frankfurtianas, particularmente los planteamientos de T.W. Adorno y M. Horkheimer. Las ideas que se desarrollaron estaban enmarcadas en lo que fue la “izquierda intelectual” del momento que vio o pensó que veía, que la televisión manipulaba al pueblo, que lo alienaba y que creaba en él una “falsa conciencia”. Si revisamos detenidamente y sin prejuicios de ningún tipo todo lo que se llegó a escribir sobre el tema, que fue muchísimo, vamos a encontrar esas tesis-efectos no comprobadas en la realidad y cotidianidad de la gente que se sumergía noche tras noche, día tras día, frente a la pantalla.

 

Los escritos teóricos sobre el tema coincidían con la expansión de la televisión privada-comercial en el país. Igual ocurría en toda América Latina. En Venezuela, por ejemplo, la televisión irrumpe en noviembre de 1952, pero será a partir de mayo de 1953 cuando aparezcan las primeras estaciones privadas de televisión. Nuestra TV privada estaría cumpliendo hoy  70 años. 

 

Traigamos a la memoria algunos de esos estudios que reflexionaban la presencia de la nueva tecnología. Así, en 1967 Antonio Pasquali publica El aparato singular en donde apunta de manera incisiva, a lo largo de sus páginas, que “la televisión venezolana impone al televidente un mensaje comercial de 33 segundos cada 79 segundos de programación”. Pero cuatro años antes, en 1963, el mismo Pasquali publica quizás su libro más importante en los estudios sobre comunicación en el país y en la región: Comunicación y cultura de masas. La masificación de la cultura por medios audiovisuales en las regiones subdesarrolladas. Estudio sociológico y comunicacional. En este estudio se nos ofrece un conjunto de datos sobre la radio y la televisión de aquel entonces. Sobre la televisión y su relación con la estructura sociocultural del país llega a decir: “La televisión privada del país (…), ha venido trabajando desde sus comienzos según la línea del menor esfuerzo cultural, hasta el punto que debe considerarse como un hecho adquirido el condicionamiento de las masas en el sentido de la mediocridad de requerimientos y de la resignación (en los raros círculos en que sobrevive una conciencia del problema), ante la inevitabilidad de la situación”.

 

En 1968 la investigadora Martha Colomina publicará su estudio El huésped alienante en donde se analiza la influencia de los mensajes televisivos desde las mismas orientaciones de la Escuela de Frankfurt. El título del estudio habla por sí solo. En 1969 el psicólogo Eduardo Santoro nos ofrece el libro La televisión venezolana y la formación de estereotipos en el niño. Santoro nos habla de lucha de clases, de alienación, de racismo, de dominación… que la televisión transmite con sus mensajes y que contribuyen a la formación de estereotipos en el niño.

 

Quizás el autor que reaccionó con más virulencia contra la televisión fue el filósofo Ludovico Silva con su libro Teoría y práctica de la ideología (1971). El texto nos ofrece dos partes diferenciadas, pero imbricadas entre sí a través del concepto de ideología. En el último ensayo el filósofo examina el “fenómeno ideológico de la televisión”. Nos dice que la finalidad de la TV es el de “perpetuar la dependencia en las cabezas mismas de los neocolonizados”. Su conclusión es muy marxista en el sentido adorniano: “La industria cultural, y muy especialmente la televisión, constituye un hecho en sí mismo ideológico”. Esta última parte del libro no es más que la continuación de otro libro que Ludovico Silva, un año antes (1970) publicara bajo el sugestivo título de La plusvalía ideológica. Este concepto es heredado de lo que T. W Adorno llamó industria cultural. Desde esa perspectiva, el lugar privilegiado –nos dirá Ludovico Silva– para la producción de plusvalía ideológica es la televisión y el resto de los massmedia. Mr. TV podría decir el maestro Ceferino, “es una industria material como cualquier otra. Pero además, es cultural porque se dedica a la producción de toda suerte de valores y de representaciones (imágenes destinadas al consumo masivo, o sea: es una industria ideológica…) destinada a formar ideológicamente a las masas”.

 

Si revisamos los estantes de nuestra biblioteca o acudimos a la web vamos a toparnos con más títulos sobre la televisión, más escritos bajo la forma de papers e incluso transcripciones de conferencias expuestas en congresos, seminarios y eso que ahora llaman conversatorios. Pero tal como decíamos arriba, no hay novedad alguna en los juicios. El término acuñado por la teoría crítica es que la televisión se constituye en el sueño insomne que impone en el televidente, en la audiencia, la alienación de sus necesidades. Es el control masivo de las conciencias. El poeta Rafael Cadenas en un pequeño libro, Entorno al lenguaje (1984), lo dice muy transparentemente: “La televisión magnetiza. Su influencia no admite comparación con ninguna otra”.

 

II

 

Desde ese contexto teórico, El mago de la cara de vidrio (1973) de Eduardo Liendo sigue esas tendencias para ofrecernos una narración llena de humor y de sátira literaria. Fue su primera novela, escrita cuando el autor contaba con 29 años, formó parte de la izquierda política y militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). La novela se estructura desde tres personajes claramente definidos: el maestro Ceferino Rodríguez Quiñónez que bien pudiera ser Eduardo Liendo; el Mago que es Mr.TV y la familia encabezada  por Carmelina esposa del protagonista, Carlitos el más pequeño de la casa, los adolescentes Armando y Tania y el tío Porfirio que aparece casi al final de la novela a quien Ceferino lo llama “su aliado”, pero que no resultó tal.

 

La televisión se convierte en intrusa al acaparar la atención de la familia del maestro Ceferino. Se rompe la quietud del hogar, se acaba la privacidad hogareña y se trastoca todas las noches el ámbito doméstico. Así, el hogar de Ceferino Rodríguez Quiñones queda marcado por la telepresencia de las telenovelas, de las recetas de cocina, de los programas deportivos, de los anuncios publicitarios, de las series americanas, de los programas musicales y de los shows, de las carreras de caballos y de las noticias. En perspectiva sociológica pudiéramos decir que la televisión irrumpe creando una nueva sociedad, una revolución doméstica que Ceferino Rodríguez no llega a comprender del todo al punto que el maestro tiene que ser encerrado en el manicomio por sus delirios, por la enajenación que él sufre frente a Mr.TV y la lucha sin cuartel que emprende contra la pantalla-cara de vidrio.

 

El desenlace final es que Mr.TV gana la batalla. La tecnología televisiva, en blanco y negro, se impone con toda la fuerza de su seducción a través de las imágenes. Sin embargo, aún a pesar de ese final la tele es hecha añicos con un bate de béisbol: “Ya frente a él, esgrimí el bate con toda mi alma y lo estrellé terriblemente contra su cara de vidrio, destrozándolo en mil pedazos… La maté, sí señor, y si vuelve a nacer y lo vuelvo a matar…Es el fin, terminó mi agonía. Doy gracias a quien haya que darlas, por haberme permitido concluir este conmovido panfleto a la posteridad”.

 

 

III

 

Literariamente se justifica ese final de la novela. Eduardo Liendo, que en ese momento se inscribe en la postura apocalíptica siguiendo a Umberto Eco, quien definió como apocalípticos a aquellos que negaban y menospreciaban la cultura de masas. Liendo, a través del maestro Ceferino, no tiene otra salida que recurrir al fin de la televisión a través de razones paradigmáticas que solo analizan y reflexionan al medio desde posturas que solo ven en él manipulación y vulgarización del gusto y la cultura. Es la perspectiva crítica que solo alcanza a comprender a las audiencias como “público sumiso, objeto, víctimas indefensas y pasivas, blanco dócil e inmóvil del bombardeo icónico”. Es lo que llamaríamos un visión mecanicista del medio y de la cultura que desde él se transmite.  No es ni más ni menos que la sacralización de una forma de entender la cultura y la cultura de masas que representa la televisión. Desde esa perspectiva, la cultura televisiva no encajaría dentro del concepto de cultura ilustrada o cultura elitista.

 

Allí está el alegato final del maestro Ceferino, prototipo de las “élites cultas e instruidas”. Ceferino apuntala su juicio póstumo ante el aparato tecnológico que representa la televisión con estas palabras, que no son más que el metamensaje contenido en un documento y que será descubierto por unos extraterrestres que llegan a lo que quedó de la Tierra después de su contaminación y destrucción:

 

Este documento puede ser tomado como prueba irrefutable de que, efectivamente, los terrícolas conocieron un extraño aparato receptor de imágenes, mágico y entrometido, al cual por alguna razón oculta denominaron Te Ve. El panfleto apuntala mi hipótesis de que tales aparatos fueron destruidos masivamente a finales del período clasificado siglo XX, particularmente tormentoso. Seguramente los destrozaron durante una violenta insurrección (forma superior de la iracundia de nuestros antepasados). Indudablemente, el maestro Ceferino (como prueba el documento telepateado) fue un incomprendido pionero de este movimiento demoledor. Está claro que la desaparición, incluso de las fotos, del llamado Te Ve, indica que los amotinados no deseaban darle ninguna posibilidad de reconstrucción.  En el contexto de la sociedad prenormal es perfectamente comprensible que la gente haya llegado a ese acto desesperado, ya que en nuestros estudios hemos podido verificar que la insuperable genialidad creadora de los terrícolas fue siempre directamente proporcional a la estupidez con la que luego utilizaban sus grandes inventos.

 

Ese alegato final del maestro Ceferino nos recuerda el juicio que emite el escritor Mario Vargas Llosa sobre el Internet, en comentario del libro escrito por el norteamericano Nicholas Carr: Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?  Nos dice Vargas Llosa: “… si él tiene razón, que la robotización de una humanidad organizada en función de la inteligencia artificial es imparable… A menos, claro, que un cataclismo nuclear, por obra de un accidente o una acción terrorista, nos regrese a las cavernas. Habría que empezar de nuevo, entonces, y a ver si esta segunda vez lo hacemos mejor”.

 

IV

 

En la novelística de Eduardo Liendo el tema de la llamada cultura popular, del gusto popular, de los medios en general y muy especialmente la radio y la televisión… se hace presente casi como una temática recurrente. Por ejemplo, en otra de sus novelas escrita en 1989: Si yo fuera Pedro Infante, nos vamos a encontrar con estupendas referencias a ese gusto y sensibilidad por lo popular, pero también referencias a los representantes de esa cultura tan denigrada por los sectores ilustrados-académicos de la sociedad. Pero hay un giro, un cambio de perspectiva en el autor. Ya no desacredita a la televisión tal como lo expresa En el mago de la cara de vidrio. Hay un intento de compresión por esa fascinación que brota de las imágenes televisivas ahora en color. Así, Liendo en entrevista en el diario El Nacional del 5 de marzo de 2007 expresa: “Entonces yo tenía 29 años, venía del extremismo y del exilio, y aunque es una sátira, un libro de humor, allí hay cuestiones más o menos militantes en relación con los medios. Creo que hoy no sería tan rotundo en el final, cuando Ceferino Rodríguez Quiñones destroza el televisor; porque es una metáfora apocalíptica. Aun allí entendía que hay como una doble vía con ese medio de comunicación, que depende de lo que se haga con él se pueden hacer maravillas y se pueden hacer bodrios. Por supuesto, en este momento soy un defensor, sin cortapisas, de la libertad de expresión y de la defensa de los medios”.

 

Liendo, creemos nosotros, revaloriza las producciones de la industria cultural. De alguna manera el escritor da un salto cualitativo de todo lo que se llegó a expresar y publicar en los años sesenta, setenta y una parte de los ochenta. Lo planteaba muy bien el ensayista alemán, fallecido recientemente, Hans Magnus Enzensberger por allá en 1971 cuando decía que en la  Nueva Izquierda, de ese momento, los medios fue una categoría vacía de la teoría marxista y redujo el desarrollo de los medios a un único concepto: el de la manipulación.

 

¿Qué mas podemos decir? Solo habría que indicar que el futuro de la televisión hoy está marcado por lo digital, pues el mundo se hizo digital. Con ese avance, y lo que seguirá, solo nos queda recordar este relato de vida que nos habla del gusto por la televisión. Gusto este que seguirá, con las nuevas tecnologías también, estando presente:

 

…¿Quién habrá inventao…Televisión hubo más adelante, uno oía los programas pol la radio, las comedias y los conculsos. Después jue que vino la televisión; desde que vino, fue lo primero pa´ mí. Yo digo que una casa, un hogal sin televisión no vale nada, polque yo mi televisión es lo primero. En mi casa cuando llego, lo primero, lo enciendo. A mí la televisión me hace falta, yo no sé, yo sin la televisión no me hallo, todo es con mi televisión ahí prendía. Es que yo soy así.

…Uno en la televisión se olvida de todo; de los problemas de la casa, eso se olvidó aquí. Yo aquí solo comento las cosas de los altistas, las cosas de aquí. Yo con eso me lleno de alegría o esa maravilla?

La danza y la performance se presenta en los espacios de la librería el Buscón

La danza y la performance se presenta en los espacios de la librería el Buscón

Por Sofía N. Avendaño

El pasado viernes 12 de enero a las 4:30 de la tarde se presentó en los espacios de la librería El Buscón (Caracas) el libro La danza y la performance de la autora Vanessa Vargas.

La actividad consistió en una conversación entre la escritora y el bailarín y antropólogo, Oswaldo Marchionda. Quienes, a su vez, fueron presentados por el subdirector de abediciones, Jonathan López. Fueron muchas las ideas que destacaron aquella tarde, no obstante, todas tenían en común la importancia que tiene el cuerpo y su movimiento al momento de transmitir conceptos, creencias y críticas. Tanto Vargas como Marchionda estudian a la danza como un fenómeno artístico y humano que funge como un canal de comunicación digno de ser estudiado y analizado.

Oswaldo Marchionda

En la introducción del texto, Vanessa Vargas señala que “el libro propone la revisión de experiencias intangibles, específicamente la danza y la performance, como formas sociales de comunicación en sus múltiples y complejas dimensiones: el fenómeno de la migración, el uso de la performance en las protestas en Venezuela, los procesos artísticos en la danza contemporánea, la censura y la soberanía del cuerpo en la práctica artística, así como los restos y potencialidades del uso de las tecnologías y los medios de comunicación en la danza”.

La danza y la performance se publicó en el año 2021 y, de hecho, tuvo una primera presentación en la Feria del Libro del Oeste de Caracas de ese año. Claro que, bajo el esquema de aislamiento conminado por el Covid-19, se realizó a través de la plataforma de zoom y no fue sino hasta la semana pasada que fue oficialmente bautizado por la autora, su familia y amigos.

Vanessa Vargas es una bailarina, periodista y educadora venezolana, egresada de la Universidad Central de Venezuela y candidata a doctorado. Su trabajo coreográfico ha sido presentado en Venezuela, Estados Unidos, Perú, Argentina y España.

El libro se encuentra a la venta en todas las librerías venezolanas y su versión digital se puede adquirir a través del siguiente enlace: https://abediciones.ucab.edu.ve/producto/la-danza-y-la-performance/