Elías Pino Iturrieta

 

Se cumplieron esta semana ciento veinte años del nacimiento de Mariano Picón Salas y seguramente el régimen no se ocupará de recordarlo. No cuadra en la nómina de sus héroes. El infatigable autor, mitad humanista y mitad hombre de acción dedicado al apuntalamiento del  proyecto democrático de nuestro siglo XX, estorba la nómina de los próceres enaltecidos por la ¨revolución¨. A los chavistas incomoda esa amalgama de inteligencia y arquitectura de hechos concretos, esa reunión de pluma de altos vuelos e interés por la construcción de un país hospitalario. Quizá tampoco la sociedad tenga la posibilidad  de recordarlo, tan ocupada como está procurando la sobrevivencia, o simplemente porque las  instituciones no  han sentido la preocupación de tenerlo presente. Solo la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes se ha detenido en su homenaje, a través de una densa entrega de su revista, pero el resto del mundo académico ha guardado silencio. Las líneas que siguen pretenden, aunque solo un poco, aproximarse a su  legado.

 

La contribución de Picón Salas en el análisis del pensamiento y del ser venezolanos, con el objeto de examinar sus rasgos y de relacionarlos con el contorno hispanoamericano, inicia una valoración que deja  camino expedito para el trabajo de las nuevas generaciones de intelectuales. Un conjunto de ensayos a través de los cuales abre un sendero que nadie había transitado con concepciones y métodos modernos, descubre una expresión de ideas y un movimiento cultural dignos de atención, apenas mirados antes en su superficie, que en adelante promueven una orientación significativa en el área de la investigación. Sus análisis no solo provocan una corriente nacional de estudios culturales, sino también la apreciación de la vida intelectual de Venezuela en el exterior. Su formación de historiador profesional, una carrera de pupitre e indagación que todavía no se había desarrollado entre nosotros y que trae de su formación de juventud en aulas chilenas, lo convierte en pionero de lo que aquí será más tarde faena rutinaria.

 

Son numerosos los volúmenes en cuyas páginas se ocupa de esa materia hasta entonces poco trajinada. Como no se trata ahora de ofrecer una lista exhaustiva, apenas se  hace referencia de los fundamentales. Pueden ser: Cinco discursos sobre pasado y presente de la nación venezolana, Comprensión de Venezuela, Formación y proceso de la literatura venezolana, Rumbo y problemática de nuestra historia, Antítesis y tesis de nuestra historia y Proceso del pensamiento venezolano.  Llegan a una interpretación susceptible de trazar cauces de estudio que no se habían establecido. La novedad de las orientaciones, pero también el anzuelo de su prosa, la más  luminosa de la historiografía nacional, impulsan indagaciones que se multiplican a partir de la segunda mitad del siglo. Dentro de la orientación no debe escapar la referencia a sus aproximaciones  biográficas de personajes venezolanos, entre las cuales destaca Los días de Cipriano Castro. Revisión del pasado próximo, pero, a la vez, posibilidad evidente de hacer analogías con las dictaduras del futuro y de convertirlas en partes del combate por la democracia, estamos ante el estreno de un género que no tiene igual más adelante.

 

Tales obras importan también por sus relaciones con América Latina. No confinó los contenidos a la escena doméstica. Estuvieron presentes en sus ensayos sobre la sensibilidad  del continente, que desarrolló en dos ensayos de consulta imprescindible: De la conquista a la independencia y Dependencia e independencia de la cultura hispanoamericana. Estamos ante reflexiones que lo introducen en el elenco de los pensadores de mayor altura en  parcela  de lengua española, piezas de un repertorio al cual se alude necesariamente cuando se estudian  las peculiaridades de las repúblicas que antes fueron colonias de Madrid. Son puentes sólidos entre lo particular y lo general, entre lo nacional y lo panorámico, debido a las pistas que exploran para el entendimiento de los dos fenómenos. Como fue catedrático en institutos como El Colegio de México y las universidades de Chile, Columbia, California y Puerto Rico, fortaleció las reflexiones con su presencia física. La participación en seminarios y cursos universitarios, asidua también en Venezuela, conduce a la faceta de hombre de acción que  concede mayor relevancia a sus contribuciones.

 

Picón Salas es la encarnación del académico eficiente, del intelectual que no habita en torre de marfil. Sin abandonar el gabinete de investigación, se metió de lleno en la lucha política y ocupó cargos públicos a través de cuyo ejercicio contribuyó en la realización de cambios primordiales de la sociedad en los campos de su competencia. Inaugura el sendero en 1936, cuando regresa del extranjero para participar en la fundación de una tolda precursora de importantes mudanzas en el entendimiento de los negocios públicos: el Movimiento de Organización Revolucionaria Venezolana (ORVE). Luego, gracias a su paso por posiciones de influencia en las administraciones del posgomecismo y en la primera época de la democracia representativa, lleva a cabo iniciativas sin las cuales no se puede entender la marcha de la sociedad hacia un futuro prometedor. Entre ellas: la fundación del Instituto Pedagógico de Caracas, la creación de la Revista Nacional de Cultura, la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, hoy Facultad de Humanidades y Educación; la dirección del Papel Literario del diario El Nacional y la creación del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, ahora denominado CONAC. Los que exploran los vínculos entre pensamiento y acción, entre reflexión y hechos concretos, entre estudiar y comprometerse con los asuntos del bien común, topan aquí con su admirable compendio venezolano.

 

El gran hombre nació en Mérida, el 26 de enero de 1901. Como pocos  han recordado  los 120 años de su luz, hoy se ha pretendido aquí una exaltación. El destino de la república no depende  de las batallas campales, ni de las grandes finanzas, ni de los líderes redentores, ni de oscuras revoluciones. De allí este entusiasta vistazo de la obra de don Mariano.

 

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