José María de Viana: presentación de «El acueducto de Caracas y el Instituto Nacional de Obras Sanitarias de Venezuela» de  Douglas Hernández Mantellini

José María de Viana: presentación de «El acueducto de Caracas y el Instituto Nacional de Obras Sanitarias de Venezuela» de Douglas Hernández Mantellini

Palabras de José María de Viana

Buenos días a todos. Es para mí un honor y una profunda emoción estar hoy aquí, en este recinto académico de la UCAB, para celebrar la publicación de una obra que considero fundamental para el futuro de Caracas.

Hace 42 años, el destino, o quizás la providencia, me colocó al frente del Acueducto de Caracas, un lugar envuelto en mitos y desafíos que parecían insuperables. Era un joven inexperto, cuando un lunes temprano, el presidente del INOS me buscó en la UCAB donde dictaba clases y me encomendó la tarea de cambiar el rumbo del Acueducto Metropolitano de Caracas.

Con el corazón arrugado y lleno de miedo, recordaba las mil leyendas que se tejían sobre el Acueducto: historias de tuberías laberínticas, de presiones incontrolables y de una complejidad que parecía desafiar toda lógica humana. El convencimiento casi unánime era que ese problema no tenía solución, que Caracas estaba condenada a vivir sedienta.

A los pocos días de llegar, conocí a Douglas Hernández Mantellini. Él dirigía con pasión y precisión una iniciativa para tecnificar la operación del Acueducto, basado en un profundo conocimiento de su anatomía y fisiología. Me impresionó su dedicación, su claridad y la forma en que transmitía su saber a un pequeño equipo de técnicos en formación.

Cuando, casi con desesperación, le rogué que me enseñara los secretos del Acueducto, él, generosamente, me regaló dos tomos del Manual de Operaciones que había escrito. Y me lanzó un reto que nunca olvidaré: me dijo que si tenía el interés y la pasión necesarios, ese manual permitiría mi estudio autodidacta, que revelaría la verdad tras los mitos. Ese manual, señoras y señores, fue mi luz en la oscuridad. Iluminó mi trabajo, me permitió vencer mis miedos y me demostró que el Acueducto, aunque complejo, era comprensible y operable con el conocimiento adecuado.

Años después, al regresar a Hidrocapital, también por esos azares del destino que marcan nuestras vidas, profundizamos la política de digitalización y difusión de la información técnica, así como la capacitación de los cuadros técnicos en todos los acueductos bajo nuestra gestión. Esa iniciativa de digitalización del archivo técnico de Hidrocapital es, quizás, la mayor de su tipo desarrollada en el país entre 1992 y 2012.

Hoy, lamentablemente, gran parte de ese valioso esfuerzo se ha perdido. La información técnica de los acueductos está dispersa, olvidada o inaccesible. Y la reconstrucción de la calidad de vida de los caraqueños, que pasa necesariamente por recuperar el servicio de agua potable en todos los hogares, es hoy un desafío no solo económico, sino, sobre todo, un reto de talento y conocimiento.

Por eso tenía años buscando a Douglas, sin éxito. Encontré a Douglas también por un accidente, a veces Dios nos muestra sus planes de manera sorpresiva. Y cuando le pregunté por aquel manual de cuarenta años atrás, me confió que llevaba seis años escribiendo este libro que hoy presentamos.

La UCAB, nuestra casa de estudios, apoyó de manera decidida y entusiasta nuestra petición de publicar esta obra. Nuestro más sincero agradecimiento a las autoridades de la UCAB, y muy en especial a Marcelino Bisbal, nuestro director de publicaciones, por su invaluable respaldo.

Este libro, señoras y señores, está destinado a ser una referencia fundamental para los que hoy y mañana, con interés y pasión, deseen operar el mejor sistema de agua potable del mundo. Esta primera edición, que hoy ve la luz, espera el apoyo y la contribución de todos los lectores, para que en un futuro, con mejores recursos, podamos publicar una segunda edición y todas las que sean necesarias para mantener vivo el conocimiento.

Este libro que hoy publicamos no es solo un manual técnico, es un faro de esperanza, una herramienta fundamental para construir una Caracas mejor, una Caracas con agua para todos. Invito a todos a sumarse a esta misión, a apoyar esta primera edición y a contribuir con su conocimiento y experiencia para que juntos podamos iluminar el camino hacia un futuro donde el agua sea una bendición y no un lamento.

Gracias Douglas, por tu inmensa contribución, por tu dedicación incansable y por este regalo invaluable para Caracas y para Venezuela. Un fuerte aplauso para él.

Puedes descargar el libro en el siguiente enlace: https://abediciones.ucab.edu.ve/wp-content/uploads/2025/04/AF-WEB-ACUEDUCTO-DE-CARACAS-.pdf

La filosofía en la nueva era tecnológica

La filosofía en la nueva era tecnológica

Escrito por Rafael Tomás Caldera
Fotos de Manuel Sardá

1

De diversos modos se nos anuncia que hemos entrado en una nueva era, cuyos rasgos dominantes, y su posible amplitud, no acabamos de vislumbrar. Todo comenzó, podemos decir, con la aparición de Internet y la World Wide Web, hacia los años noventa del siglo pasado. Sin duda, muchos elementos prepararon este surgimiento, con lo cual habríamos de anticipar las fechas de inicio — ¿no ocurre casi siempre así en historia? —, pero puede tomarse como referencia inequívoca la constitución de la Red.

 

En efecto, con ella se inicia un período nuevo en la historia humana en la medida en que ha provocado un cambio radical en la estructura sobre la cual se apoya la vida cotidiana. No solo ha podido hablarse con propiedad de “países que funcionan sobre Internet”, sino que ya hace tiempo hemos asistido a ciberataques en gran escala, que han paralizado por días enteros la vida de una nación. Así le ocurrió a Estonia, castigada por hackers rusos, que lograron afectar los múltiples servicios informatizados de ese país. Pero no es necesario abundar en ello. Solo lo mencionamos para subrayar cómo, en verdad, ha cambiado —y sigue en proceso de cambio, hacia nuevos ambientes— la infraestructura de la actividad humana.

 

Entre lo mucho que se ha señalado como efecto de este cambio se encuentran dos que merecen particular mención. Ellos son, primero, la instauración de una especial simultaneidad e inmediatez —abolición del espacio y el tiempo, dicen algunos—, que modifica las relaciones humanas. Aparte del mayor y más frecuente contacto con parientes y amigos, residenciados en diversos lugares, asistimos en tiempo real a los acontecimientos más disímiles, que ocurren en cualquier rincón del planeta, con su efecto sobre nuestra conciencia y nuestra afectividad. Ante eso, ¿cómo reaccionamos? Nos llega la noticia de la injusta detención de una persona; con ella, la de una catástrofe aérea, inundaciones en una remota localidad, un terremoto, el inicio de una guerra. Por el cúmulo de lo que recibimos y lo fugaz de la comunicación, aquello termina siendo radicalmente impersonal. Lejos de mover nuestro corazón, como sería necesario, nos lleva a una suerte de escepticismo superficial. También en este sentido, damos la razón al poeta: human kind cannot bear very much reality —la raza humana no puede sobrellevar demasiada realidad[1].

 

Después, hemos generado una realidad segunda, en la cual millones de personas pasan la mayor parte de su vida. Esta “vida” cambia mucho en su contenido y su significado, a tal punto que se modifica el ritmo de la actividad y, por cierto, aquello a lo cual dedicamos nuestra atención. Al usurpar el lugar de la primaria experiencia de lo real, esa realidad segunda, nos lleva a un falso cosmopolitismo, hecho de impresiones mal digeridas, que reducen todo a algo plano, sin mayor relieve, donde lo importante será, en definitiva, lo que toque nuestra sensibilidad de alguna manera, siempre por escaso tiempo. La realidad segunda, por lo demás, se constituye en un refugio para evadir el peso agobiante de esa vida expuesta a todos los vientos que la red ha hecho posible o, aún más, ha instaurado.

 

En su sostenida meditación sobre el impacto de la técnica, el eminente venezolano que fue Ernesto Mayz Vallenilla avizoró ya algunas de las consecuencias de estos cambios, que pudo conceptualizar a su manera. Las modificaciones tecnológicas de la percepción lo llevaron a hablar de la metatécnica en la vida humana. Y la difusión de la informática le permitió plantear, en El ocaso de las universidades, la superación del campus como recinto exclusivo o privilegiado de la actividad académica. Las universidades enteramente informatizadas, y la proliferación de cursos a distancia, le han dado la razón, aunque, de nuevo, no se comparta del todo su manera de conceptualizar el fenómeno.

 

 

2

El más difundido de los productos técnicos del día es quizá el Smartphone.

 

Comenzamos con el llamado teléfono celular, que llevamos en el bolsillo o la cartera. En áreas deprimidas económica y socialmente, su proliferación resolvió el problema de la comunicación telefónica, que la falta de red instalada, costosa y necesitada de mucho trabajo, hacía ver como una aspiración remota, difícil de alcanzar alguna vez, si no imposible. En poco tiempo, lugares apartados, en el campo de nuestros países o del continente africano, obtuvieron servicio telefónico de buena calidad.

 

El ‘celular’, sin embargo, pronto mutó en Smartphone. Lo que llevamos ahora con nosotros, a todas partes, no es un teléfono sino una poderosa computadora, de alcance y consecuencias difíciles de apreciar que, como es el caso, vamos descubriendo poco a poco. Dotado de cámara fotográfica, ha provocado una multiplicación indefinida de imágenes —de personas, de grupos, de paisajes— y, desde luego, ha llevado a que en toda ocasión se pueda ver a la gente con el aparato en la mano tomando un registro de lo que ocurre, sea un concierto al que asisten o, como reportaban en el Líbano, un bombardeo israelí de precisión.

 

Por lo pronto, con él, hemos establecido una conexión permanente, no a un servicio telefónico, sino a la red. No me corresponde ahora hacer inventario de todo lo que ha puesto a la mano, sino considerar quizá cómo este dispositivo ha introducido en nuestras vidas la distracción permanente. No hablo de entretenimiento, que es buena parte de ello, incluso infotainment, como se expresó con feliz término, sino de esa interrupción frecuente, casi continua, de cualquier actividad en la que podamos estar inmersos. Una ‘notificación’ y nos viene algo que pide cambiar lo que hacemos, acaso altera el ánimo, ciertamente dispersa la atención puesto que pronto recibimos una nueva notificación, quizá mientras atendemos a la primera de ellas. Estamos así —de nuevo Eliot— distracted from distraction by distraction. Filled with fancies and empty of meaning”: distraídos de la distracción por la distracción. Llenos de fantasías y vacíos de sentido[2].

En el caso de los niños y los jóvenes adolescentes, esto modifica su experiencia de lo real, con consecuencias en el plano de la conducta y de su ánimo, incluso de orden neuronal. Todo ello ha sido objeto de estudios recientes, que parecen confirmar las primeras apreciaciones acerca del efecto del Smartphone en los jóvenes.

 

No hay manera de ignorar o minimizar este impacto en nuestras vidas. “Quien se deja distraer constantemente por múltiples tareas y por las pantallas digitales es incapaz de percibir la suave voz de su “sentido del sentido” más íntimo”[3].

 

Adictos a sus contenidos —por obra de los algoritmos dispuestos para manipular la atención y provocar descargas de dopamina—, actuamos y razonamos como cualquiera que se encuentra preso de un vicio: no es para tanto…, lo necesito en mi trabajo o en mi actividad (es muy útil) …, apenas lo uso. Pero cualquier medición, como las que puede hacer el propio dispositivo, bastaría para desmentir esa falsa apreciación y sorprender al usuario al mostrarle la ingente cantidad de horas en las que ha estado conectado.

 

 

3

El Smartphone y la red, sin embargo, podemos situarlos en el orden de los instrumentos, aunque muy poderosos, que modifican nuestra conducta. El surgimiento de la Inteligencia Artificial plantea un problema diferente porque la IA no solo puede modificar la acción del sujeto: la sustituye.

 

Ha de comenzar por verse que no se trata de un mero instrumento, una herramienta diseñada por el hombre para sus fines de dominio de la Naturaleza. Al parecer, en alguna medida está dotada de espontaneidad propia. Hecha la transición del cero al uno, donde algunos sitúan lo más propiamente humano en este terreno, estas poderosas máquinas despliegan, en su hacer incesante, una inverosímil capacidad de —digamos— procesar información y, con ello, de alcanzar niveles que nosotros, sujetos humanos, difícilmente alcanzamos, con esfuerzo y por largo tiempo, o que del todo no logramos alcanzar.

 

Los campos del hacer en los cuales tiene ya presencia cotidiana son muchos. En ciencia, en medicina, en planificación estratégica, en el mundo de los escritores, en los vehículos auto dirigidos, de circulación terrestre o en la aviación, en particular, del mundo militar, vemos a diario cómo nuevas parcelas de actividad son sometidas al control de la IA. Pero estamos apenas en los comienzos. ¿A dónde llegará todo ello?

 

Algunos han planteado que, como pueden ser ‘más inteligentes’ que nosotros —inteligencia que se mide por su desempeño, a la manera del conductismo—, nos dominarán[4]. Ante lo cual no falta quien invoque las leyes de Asimov, sin pensar que en esto puede repetirse el caso del hombre respecto de su propia naturaleza, otorgada por el Creador. Nosotros vivimos, hoy por hoy, en una transgresión continua y hasta programática de lo que nos corresponde por nuestro ser. ¿No ocurrirá algo semejante con las llamadas ‘máquinas inteligentes’, incluso —como se ha dicho— ‘máquinas espirituales’?[5]

Las leyes de Asimov, como toda ley, requieren ser interpretadas, interpretación que, en este caso, hará la máquina misma. Así, deberá determinar qué significa dañar o no a un ser humano; qué entraña cumplir las órdenes dadas (a excepción de las que entren en conflicto con la primera ley); sobre todo —y esto acaso sea motivo de preocupación especial—, la necesidad de proteger su propia existencia puede conducir al dominio de unas máquinas sobre otras, con consecuencias insospechadas.

 

No se trata de detenernos ahora en los sueños de una nueva edad de oro, menos aún en anticipaciones catastróficas. Todo aquí se presta a muchas cavilaciones y la falta de claridad en puntos nucleares no permite (en particular, al lego) anticipar el panorama futuro.

 

Lo cierto, sin embargo, es que esta nueva era trae consigo la incorporación creciente de la Inteligencia Artificial en la vida de la sociedad, sobre todo en la estructura de la actividad laboral. La actual desigualdad evidente, en riqueza y en poder, entre unos y otros, lleva a pensar que, dotados de nuevos instrumentos más poderosos, los ya empoderados someterán a todos los demás a sus intereses. Intentarán hacerlo, al menos, como ya lo hacen a diario en esta sociedad del consumo y del espectáculo. Hemos trabajado con las máquinas, ellas han trabajado por nosotros. ¿Trabajaremos quizá subordinados a las máquinas?

 

 

4

Capítulo aparte merecería el uso de la IA en la educación y, en particular, en el mundo escolar, como ya ha comenzado a ocurrir. La existencia de academias online —así la justamente premiada Khan Academy— nos han hecho ver cómo el “sujeto mecánico” puede fungir de tutor eficaz en el aprendizaje de las matemáticas o en el dominio de un idioma, por mencionar dos rubros muy popularizados. El “sujeto mecánico” acompaña, pregunta, corrige las malas respuestas y todo ello en el tiempo y lugar elegidos por el usuario. Adaptado, además, al nivel de conocimiento y al ritmo de aprendizaje del estudiante. No puede subrayarse demasiado lo que esto aporta, o puede aportar, en los procesos educativos, sobre todo en la adquisición de destrezas intelectuales.

 

No es, sin embargo, nuestro tema ahora. Hay muy variadas direcciones que se puede (o debe) explorar: la naturaleza misma de la IA, con la cuestión del paso del cero al uno, o la diferencia entre lo propio de nuestra inteligencia y la máquina; lo que pueda anticiparse acerca de la nueva organización del trabajo y del empleo; la cuestión —quizá angustiosa— de la seguridad y el buen uso de la Inteligencia Artificial. Pero vamos a tomar ahora una sola línea, al menos en alguna medida.

Queremos, en efecto, examinar la situación que genera el surgimiento de la IA para el antiguo oficio del filosofar. Estos ‘modelos de lenguaje’ —como son descritos— en los cuales las redes neuronales despliegan una rara y sorprendente capacidad para reconocer patrones en lo dado y para anticipar acertadamente el próximo movimiento son, como hemos mencionado, mucho más que una herramienta. Se ha dicho que tienen la capacidad de emular en todo el pensamiento humano y, en cualquier caso, al parecer nadie sabe con certeza lo que tiene lugar en el interior de tales “sujetos”.

 

La cuestión nos obliga a ir a la raíz. Hace años, en su Idea de la universidad, Karl Jaspers ya planteaba cómo estos avances nos permitían discernir con mayor claridad lo específicamente humano de nuestro pensamiento y, podríamos añadir, de nuestra vida. Me parece que tal es el caso, en grado máximo, con la Inteligencia Artificial.

 

 

5

Todo pensar —nos propone Aristóteles— es práctico, o poético, o teorético[6]. A estas tres orientaciones de nuestra actividad más personal corresponden, como sabemos, la técnica y el arte, la moral, la ciencia.

 

El pensar dirigido a la producción de resultados externos al sujeto es el que llamamos ‘poético’ o técnico. Su perfección se mide por la calidad de lo que se intenta producir. Buen carpintero será aquel que hace buenos muebles, no el que trabaja con buena intención (lo que haría de él una buena persona). Podría decirse, sin embargo, que, de ser buena persona, habrá de esforzarse en ser un buen carpintero. Pero no es lo mismo.

 

Ahora bien, en el plano técnico podemos anticipar nuestra incapacidad para superar a la Inteligencia Artificial. De hecho, ya nos lleva ventaja en muchas de nuestras actividades, desde la conducción de vehículos hasta delicadas operaciones quirúrgicas. Incluso en el acopio de materiales para tomar una decisión o en una investigación científica, con lo cual parece entrar de pleno derecho en el campo del actuar personal y de la teoría.

 

Al ganar cada día más terreno en el plano de la producción, algunos han avanzado la idea de que ya no tendremos que trabajar, quedando nuestro sustento confiado a una renta universal.

 

En definitiva, visto desde el resultado, no importa quién o qué lo produzca sino cuán bien se ha llevado a cabo, con eficacia, eficiencia y perfección.

 

La acción, objeto de la praxis, y el conocimiento, propio de la teoría, tienen en cambio como efecto inmediato y principal la modificación del sujeto mismo, no de su ambiente externo. Ello significa, ante todo, que se realiza en primera persona y, en segundo lugar, que no es delegable. No podemos ser sustituidos por el Chat GPT o la DeepSeek ni por máquina alguna. Por ello, si en la acción transitiva está en juego la necesaria interacción con el ambiente para el mantenimiento de la vida, aquí se trata de la realización de la persona.

Pero hemos de recobrar el sentido mismo de las actividades inmanentes para ser capaces de plantear, y cultivar, lo que nos corresponde, de manera intransferible, en esta nueva era tecnológica. Esa subjetividad de la persona y su destino eterno, que no tienen las máquinas.

 

Nuestra capacidad de conocer, esto es, en primer término, de captar lo otro como otro, marca el misterio de nuestra conciencia, la cual es, además, autoconciencia. Se trata de un nivel del ser, irreductible a los niveles inferiores y, por tanto, inexplicable en términos elementales. Es un dato originario. Señala así que el destino de la persona trasciende el mundo. Ya Ortega hablaba de ese “raro misterio del ser del hombre” que no coincide con su circunstancia, con la realidad natural, “sino que es algo ajeno y distinto” de ella[7].

 

Por otra parte, captar lo otro como tal, en su verdad, hace posible el libre albedrío y, con ello, el amor. Acto de la persona, no un automatismo ni una inclinación causada por el medio o introducido en la psiquis por mímesis. Una decisión —querer el bien para alguien— que, por lo mismo, compromete a la persona y realiza un sentido. De nuevo, apunta a que el destino de la persona trasciende el mundo natural. Al amar a alguien —recordemos a Gabriel Marcel— expresamos nuestro voto de que esa persona amada sea para siempre.

 

Debemos, pues, redescubrir la vida interior, como ha sido llamada en la doctrina clásica. Una vida abierta al sentido de lo real y en busca de Aquel que Es.

 

Hemos oído a Plotino:

 

¿De dónde viene entonces que las almas hayan olvidado a Dios su Padre y que, fragmentos que de él proceden y a él pertenecen, se ignoren a sí mismas y lo ignoren?

El principio de su mal es la voluntad propia, la generación, la diferencia, y el querer ser de sí mismas. Gozosas de su independencia, usan de la espontaneidad de su movimiento para alejarse de Dios tanto como les resulta posible: alcanzado el punto más lejano, ignoran incluso que proceden de él.

 

Como niños, arrancados a su padre y criados por largo tiempo lejos de él, no saben quiénes son ni quiénes son sus padres[8].

 

Solo en tensión al fundamento trascendente de lo real, el Ser mismo, que es el Bien pleno y la Unidad suma, puede el hombre alcanzar su libertad interior y su realización. Descubre entonces que su existencia en el tiempo es un camino hacia la Eternidad. “El gran descubrimiento de los filósofos clásicos —escribe Voegelin— fue que el hombre no es un ‘mortal’ sino un ser comprometido en un movimiento hacia la inmortalidad. La athanatizein —la actividad de inmortalizarse— como sustancia de la existencia del filósofo es una experiencia central en ambos, Platón y Aristóteles”[9].

 

 

6

Bien sabemos que el término ‘filosofía’, más que un cuerpo de doctrina constituido, a la manera de las ciencias, designa una actividad, el filosofar, y una actitud, el amor a la sabiduría. Esto es, la filosofía como actividad que plantea las preguntas esenciales, va en busca de los fundamentos, cultiva el asombro.

 

El relativismo actual renuncia a las verdades fundamentales, el conocimiento de los principios que —al decir de Platón[10]— cabe en pocas palabras; y de lo real a la luz de los principios, como es lo propio de la sabiduría filosófica[11]. Ello ha llevado a refugiarse en la erudición: la historia de las ideas y la filología, donde puede darse un dogmatismo poco acorde con la naturaleza del oficio asumido. No se olvide que la historia es en definitiva un ejercicio de reconstrucción de lo pasado, a partir de los documentos de que pueda disponerse. Sin embargo, ese dogmatizar testimonia a su manera el valor (subrayemos la palabra) que, con razón, se atribuye a la verdad en las conciencias humanas y, a la inversa, la caída de nuestro nivel propio en la captación de lo real, donde toma su inicio el conocer, causada por la hybris de una voluntad de poder desordenada.

 

Al relativismo acompaña la afirmación de la voluntad propia como un absoluto. Dejada de lado su natural vocación al bien según la verdad, ahora se toma a sí misma como la fuente de lo bueno y de lo malo, de lo conveniente o inconveniente. El radical amor a la verdad que alimenta todo filosofar se ve sustituido por la afirmación del sujeto, en una ‘revuelta egofánica’[12] que cierra el camino a la trascendencia. Lejos de partir de nuestra apertura a lo real y, con ella, la llamada a elevarnos al Ser mismo, quedamos encerrados en un yo incapaz de trascender. Propiamente, alejado de aquello a lo cual pertenece, esto es, alienado.

 

Ante el límite de su propia naturaleza, percibido ahora como limitación, la voluntad se subleva y, con el recurso a la técnica, cada vez más perfeccionada, busca modificar no simplemente el ambiente y la actividad laboral sino el ser mismo del hombre. De allí este tiempo de ideologías en el cual la razón ha dado paso a la fuerza: fuerza del número, coacción legal o, eventualmente, fuerza física, como hemos visto en los campus universitarios del mundo desarrollado.

 

Nos hallamos inmersos en una sociedad del consumo y del espectáculo —dijimos antes—, donde lo buscado como bueno es lo útil y lo placentero. La lucha por alcanzar el verdadero bien de la persona se ignora, si acaso no se menosprecia. Pero, por causa de esta disposición en los afectos, cada uno se ve encerrado en sí mismo, en el fondo de su intimidad, aislado de los demás, con los cuales comparte sin embargo tiempo y espacio. Es el suyo un yo clausurado, incapaz de comunión interpersonal.

Desfigurado el filosofar, se ha pretendido —así José Gaos— que la esencia de la filosofía se identifica con la soberbia[13]. Pero no es así. No mueve a filosofar ese afán de poder que alimenta tantas empresas en el mundo de la producción o de la política. Nace del asombro ante el misterio de lo real —en su verdad, bondad y belleza— y se realiza en una audaz pero “modesta inquisición de la verdad”, persuadidos de que nuestra razón no mide el todo de lo que existe[14]. Dirá el poeta: The only wisdom we can hope to acquire is the wisdom of humility[15]—la única sabiduría que podemos esperar adquirir es la sabiduría de la humildad. Y la humildad, añade, no tiene límites (humility is endless).

 

Toca al filosofar, por tanto, mantener planteadas las grandes preguntas y, de esa manera, su presencia activa en el medio social. Así, cada uno de los interlocutores en el diálogo puede tener la oportunidad de convertirse y buscar lo superior. Aspirar a la plena estatura de lo humano, al seguir nuestra perenne vocación a la sabiduría en la contemplación de la verdad. Leemos en la Fides et ratio (n. 17): “En Dios está el origen de cada cosa, en Él se encuentra la plenitud del misterio, y esta es su gloria; al hombre le corresponde la misión de investigar con su razón la verdad, y en esto consiste su grandeza”.

 

 

7

La situación contemporánea, con la creciente presencia de la Inteligencia Artificial en nuestras tareas, determina si cabe una mayor necesidad del filosofar en la vida humana.

 

El Chat GPT podrá hacer mejores ensayos filosóficos y acaso hasta llenar las revistas especializadas; pero no elevará a las personas —como ocurre al abordar las grandes preguntas— ni será capaz de edificar una vida interior auténtica, donde cada uno puede obtener la medida indispensable para no atentar contra el hombre mismo y su naturaleza.

 

Por diversos motivos, sin embargo, se ha hecho difícil la docencia, tantas veces reducida a la lectura de una conferencia, preparada de antemano y destinada a la publicación. El profesor de filosofía que se inicia se ve constreñido a publicar en revistas arbitradas —ese famoso publish or perish, que oímos desde hace años y cada vez más—, de tal manera que se ha tomado lo cuantitativo como medida de la calidad del ejercicio. No exagero, como bien saben. Número de publicaciones acreditadas, en un tiempo determinado, es condición necesaria para conservar el puesto de trabajo y progresar en el escalafón. Quien pretenda imitar a Sócrates se verá como él reducido a la pobreza[16].

Pero, una clase verdadera, una sesión de seminario, han de ser ejercicio vivo del pensar, ocasionado sin duda por el tema o el texto que se examina, y sobre todo por el diálogo al que da lugar. Son así algo que no está nunca hecho de antemano, sino que toma cuerpo aquí ahora al hacerse actual el pensamiento.

 

¿Nos ayudará entonces a conservar la autenticidad del pensar, o a volver a ella, el desafío de una impetuosa intervención de la Inteligencia Artificial en el mundo universitario?

 

 

8

Para rescatar lo humano, la filosofía ha de cumplir su tarea. La señera figura de Sócrates sigue marcando el inicio del camino. La conciencia de sí y, sobre todo, de la propia ignorancia marcan el punto de partida de ese preguntar incesante, que desemboca en el silencio.

 

Hablamos, sin embargo, de la verdad. No de la moda del día. Hay una tradición del filosofar que no podemos dejar de lado. Al contrario, parte de nuestro esfuerzo será aprender de quienes nos han precedido. Porque la verdad no es función del tiempo.

 

Tampoco será la filosofía una receta para cambiar la sociedad. Es un camino para la elevación de las personas que, como han descubierto, saben que no hay aquí morada permanente. “La tragedia de la Historia —escribió Peter Wust[17]—, no descansa precisamente en el hecho de que las obras de cultura del hombre, construidas con tanto trabajo, sean incesantemente transformadas en ruinas. La más profunda tragedia de la Historia debemos buscarla mucho más en que la Humanidad sea de nuevo lanzada siempre desde la luz de los más claros conocimientos a las oscuridades del error y de la falsedad”. Porque importa salvar a la persona.

 

Muchas voces invitan hoy a la contemplación: Zena Hitz, que se declara Lost in Thought o Byung-Chul Han con su múltiple reflexión sobre las condiciones de la persona en la sociedad actual, por mencionar tan solo un par de aquellos que, como años atrás Josef Pieper, han descubierto en el ocio el medio propicio para la cultura del espíritu.

En medio del tráfago de nuestro tiempo y del inmenso caudal de la llamada ‘información’, que consiste tantas veces en trivialidades o en fake news, la apertura a la belleza de lo natural o del arte, la música oída con tanta intensidad que eres la música misma mientras la música dura[18]; el silencio en un jardín cerrado, la lectura sin prisa de quien quiere leer, no haber leído, hacen que una y otra vez se den esos momentos de contemplación en los cuales la persona recobra su sentido y revive el impulso de su deseo de plenitud.

 

Podrá entonces crecer la atención a lo humano, tan subordinado hoy a los resultados. Formar comunidad porque se ha descubierto el valor del don de sí en la comunicación generosa. La palabra de san Juan Pablo II nos llega al corazón: “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente”[19].

 

La comunidad humana, edificada en la verdad y el amor, ha de ser nuestra aspiración. Tomás de Aquino resumía[20]: intelligere veritatem, diligere bona et operari iusta. Entender la verdad, amar las cosas buenas y realizar la justicia.

 

¿Nos llevará el desafío de la nueva era tecnológica a revitalizar la filosofía y edificar una civilización donde las personas sean más importantes que las cosas, el ser que el tener? ¿Donde el conocimiento y el amor de Dios puedan llenar el corazón y la inteligencia de cada uno?[21]

 

Al oír esto, quizás alguno pensará —con el recuerdo del auto sacramental— que la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Se trata, al contrario, de esa vocación y tarea permanente de la filosofía, que despierta la conciencia para que, abandonadas las sombras en la pared de la caverna, podamos salir al pleno mediodía de lo real.

 

 

2 de abril de 2025

 

[1] T. S. Eliot, Four Quartets, Burnt Norton, I (vv. 43-44).

[2] Ibíd., III (vv. 101-102).

[3] Elisabeth Lukas y Heidi Schönfeld, Psicoterapia con dignidad, Plataforma editorial 2022, p. 31.

[4] Lo ha sugerido en sus comentarios, en diversas entrevistas, Geoffrey Hinton, por ejemplo.

[5] Se hace referencia a los títulos de dos libros de Raymond Kurzweil.

[6] Metafísica E, 1, 1025 b25.

[7] Ver su Meditación de la técnica, Madrid, Revista de Occidente, 1961, referencias a las pp. 12, 33.

[8] Enéada V, 1, 1.

[9] “The great discovery of the Classic philosophers was that man is not a ‘mortal’ but a being engaged in a movement toward immortality. The athanatizein —the activity of immortalizing— as the substance of the philosopher existence is a central experience in both Plato and Aristotle”. Eric Voegelin, Autobiographical Reflections, University of Missouri Press, 2011, p. 145.

[10] Séptima carta 344e.

[11] “Complete philosophical wisdom is the knowledge of reality seen in the light of first principles and as related to its first cause. If what I have just said is true, the principles themselves as contained in our knowledge attain the fullness of their being only when they are actualizing themselves in their operation. To know is to know something. To understand a principle is to understand through that principle. I know being only in the acts whereby I am knowing beings”. Etienne Gilson, The Spirit of Thomism, IV, p. 92. New York, P. J. Kenedy & Sons, 1964.

[12] Escribe Voegelin: “Only in recent years have I developed the concept of egophanic revolt, in order to concentrate in the epiphany of the ego as the fundamental experience that eclipses the epiphany of God in the structure of Classic and Christian consciousness”. Autobiographical Reflections, cit., 17, p. 94.

[13] José Gaos, Confesiones profesionales, México, FCE, Tezontle, 1958, pp. 133 y 137: “El motivo más profundo de la Filosofía, el esencial, en el sentido de identificarse como ningún otro con la esencia misma de la Filosofía, me lo parece (…) el que se encuentra mucho más que por el lado del placer, por el lado del poder” (…) “Por ello, y no por otra cosa, pienso ya hace su número de años que la esencia de la Filosofía es la soberbia”.

[14] Santo Tomás, I Contra Gentiles, 5: Alia etiam utilitas inde provenit, scilicet præsumptionis repressio, quæ est mater erroris. Sunt enim quidam tantum de suo ingenio præsumentes ut totam rerum naturam se reputent suo intellectu posse metiri, æstimantes scilicet totum esse verum quod eis videtur, et falsum quod eis non videtur. Ut ergo ab hac præsumptione humanus animus liberatus ad modestam inquisitione veritatis perveniat, necessarium fuit homini proponit quædam divinitus quæ omnino intellectus eius excederent.

[15] Four Quartets, East Coker, II (vv. 97-98).

[16] Ver Platón, Apología 23a-23c.

[17] Incertidumbre y riesgo, Madrid, Rialp, 1955, p. 302.

[18] Four Quartets, The Dry Salvages, V (vv. 210-212): or music heard so deeply/That it is not heard at all, but you are the music/While the music lasts.

[19] Redemptor hominis, n. 10.

[20] IV Contra Gentiles, 41.

[21] “El hombre —como dice la tradición del pensamiento cristiano— es capax Dei: capaz de conocer a Dios y de acoger el don de sí mismo que Él le hace. En efecto, creado a imagen y semejanza de Dios, está capacitado para vivir una relación personal con Él”. S. Juan Pablo II, audiencia 26. 8. 98.

De «Venezuela 2015: Economía, política y sociedad» a  «Sobre las sanciones en Venezuela».  Diez libros en una década

De «Venezuela 2015: Economía, política y sociedad» a «Sobre las sanciones en Venezuela». Diez libros en una década

Ronald Balza Guanipa

Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales

 

 

abediciones ha puesto en su página web, para descarga gratuita en la sección de Economía, diez libros colectivos en cuya coordinación he participado. Estos volúmenes, que se suman a las variadas colecciones que ha ofrecido la UCAB a través de diferentes canales desde su fundación, pueden encontrarse ahora reunidos con motivo de cumplirse una década de la publicación del primero, Venezuela 2015: Economía, política y sociedad. El título de este primer libro resume la orientación que tiene en común con los demás: resaltar la importancia de la pluralidad, la especialización y la interdisciplinariedad en el estudio de problemas comunes, en un espacio y tiempo determinados. En su Prólogo, el Padre José Virtuoso, entonces Rector de la UCAB, lo explicaba del siguiente modo:

 

Los autores analizan nuestro problema económico desde distintos ángulos, brindándonos un enfoque multidimensional de los distintos aspectos que debe abordar una reforma integral de la economía del país. Además del tratamiento de los temas estrictamente económicos (controles, ajustes, finanzas, petróleo, productividad, crecimiento y desarrollo) se aborda el complejo tema de la institucionalidad para hacer sostenible las reglas de juego claras, el impacto sobre el mundo del trabajo, la relación entre políticas sociales y economía, las protestas sociales y su relación con la crisis económica. Se ofrece pues una visión de la complejidad de la crisis y de las dimensiones que debe tener una reforma de carácter estructural.

 

En este primer libro colaboraron autoras y autores de distintas profesiones y ocupaciones, algunos asistentes a una conversación celebrada en Caracas el 16 de julio de 2014 por invitación del Rector. Una vez recibidas las contribuciones, la  Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) contó con el apoyo institucional de la Fundación Konrad Adenauer (FKA) para su publicación y difusión. Posteriormente, la colaboración entre coordinadores y coordinadoras de diferentes profesiones y organizaciones permitió sumar perspectivas diferentes, siendo posible que, en algunos casos, la UCAB promoviera la discusión pública conjuntamente con la Academia Nacional de Ciencias Económicas (ANCE), el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y la Agencia de Promoción de Inversiones de Venezuela (CONAPRI).

 

 

Aunque cada libro se dedica a un asunto en particular, comparte con los demás un aspecto esencial: en todos se reconoce la diversidad de puntos de vista y de problemas relacionados, que hacen imposible un tratamiento exhaustivo de cada tema e indeseable el aislamiento al que puede conducir la incomunicación entre especialistas. En el Prólogo de Después de la hiperinflación: estudios sobre el dinero en Venezuela, Gustavo García, Vicerrector Administrativo de la UCAB, explicó este criterio del siguiente modo:

 

El dinero y su significado no pueden ser, especialmente en contextos como el actual, del dominio exclusivo de los economistas y su análisis exige miradas desde perspectivas complementarias como la psicológica, la sociológica y la antropológica… En nuestra Venezuela hay mucho más en juego que solo los montos y medios a través de los cuales intercambiamos dinero. Los significados y valoraciones de aspectos relacionados con el valor del trabajo, la acumulación de riqueza o la confianza en el otro parecen estar siendo sometidos a un proceso de reconfiguración y, con ello, dando lugar a formas distintas de relacionarnos con los demás.

 

Cada libro pretende ser parte de una discusión. En la página web Actualidad Económica, de la Escuela de Economía, pueden encontrarse artículos y grabaciones de foros organizados en torno a Petróleo y extractivismo en Venezuela: Estado, propiedad y diversificación y a Propuestas para el Presente y el Futuro de la Economía en Venezuela, que permitieron profundizar en aspectos apenas tratados en los libros. Entre ellos, destaca un punto que sólo había sido mencionado en el Prólogo de Petróleo y extractivismo… por el Padre Arturo Peraza, entonces Vicerrector de Extensión Guayana y hoy Rector de la UCAB:

 

El extractivismo depredador se caracteriza porque se extraen recursos generando daños (de orden medio ambiental, laboral, social e incluso político) sin proporcionar ningún tipo de desarrollo. Su mejor expresión son los pueblos mineros del oro en Guayana… Este sistema gesta un modelo de relación de trabajo que se aproxima al sistema esclavista, con niveles importantes de explotación no solo de hombres sino de niños, niñas, mujeres, observándose prácticas de trata, explotación y abuso sexual incluso de menores.

 

Todos los libros fueron coordinados teniendo en cuenta múltiples audiencias. En su Prólogo a los libros Guayana I: Instituciones y organizaciones y Guayana II: Población y ambiente, Rafael Estrada, para la fecha Vicerrector de la Extensión, comentó que:

 

… La intención general de… la presente obra cumple con dos propósitos claves: uno, referido a ofrecer información valiosa que sirva de materia prima a los planificadores y organizaciones sociales públicas y privadas interesadas y comprometidas con la construcción de un modelo de desarrollo sostenible para la región Guayana. Y otro, que mira más a lo interno de la Universidad y su propio proceso de planificación estratégica, que se nutre de sus funciones sustantivas en materia de docencia, investigación y extensión.

 

Todos los libros están escritos para el presente y para el futuro, para la región, el país y el mundo y, por supuesto, para la propia Universidad. Como otros libros de la valiosa colección de abediciones, estos volúmenes ofrecen destellos de discusiones en puertas de eventos históricos relevantes. Por ejemplo, Venezuela 2015… fue compilado el mismo año que se diseñó la primera Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), como alternativa ante la interrupción de la publicación de cifras oficiales. Fragmentos de Venezuela, 20 Escritos sobre economía, fue impreso el mismo año que comenzó la hiperinflación. El mundo del trabajo: miradas desde Venezuela, fue difundido en línea a través de El Ucabista durante el primer año de confinamiento por la pandemia del COVID-19. Propuestas para el Presente y el Futuro de la Economía en Venezuela y Gas natural en Venezuela: incentivos, regulación y transición energética, fueron preparados meses antes de las elecciones presidenciales de 2024. Sobre las sanciones en Venezuela se completó meses después, en un contexto de incertidumbre y creciente violencia en Venezuela y fuera de ella, cumplida una década de la primera sanción mencionada en el libro.

 

Reunimos y ofrecemos estos trabajos para descarga gratuita porque creemos que serán de provecho para quienes quieran conocer estos años de nuestra historia. Citando el cierre de la Presentación de El mundo del trabajo…, coordinado con Magaly Vásquez y Clemencia Abad, Secretaria de la UCAB y Directora de la Escuela de Ciencias Sociales, respectivamente, los compartimos como un aporte al reconocimiento de

 

… las capacidades que seguimos construyendo en nuestras universidades para entender lo que nos acontece en lo inmediato a nuestro tiempo y espacio… Precisamente por las razones esbozadas, agradecemos a cada autor por escribir. Mantenemos este espacio abierto a quienes deseen dar continuidad a la hermosa dedicación que requiere entender. ¿No es esa la intención de la labor de las universidades?

 

 

Libros para descarga gratuita, disponibles en la página de ABediciones

 

Balza, R. [Coord.] (2015) Venezuela 2015: Economía, política y sociedad, UCAB/FKA, Publicaciones UCAB

 

Balza, R. [Coord.] (2015) Guayana I: Instituciones y organizaciones, UCAB/FKA, Publicaciones UCAB

 

Balza, R. [Coord] (2016) Guayana II: Población y ambiente, UCAB/FKA, Publicaciones UCAB

 

Balza, R. y H. García [Coord.] (2017) Fragmentos de Venezuela, 20 Escritos sobre economía, UCAB/FKA/ANCE, ABediciones

 

Abad, C., R. Balza y M. Vásquez [Coord.] (2020) El mundo del trabajo: miradas desde Venezuela, UCAB/FKA, ABediciones

 

Balza, R., R. Key y L. Zambrano [Coord] (2021) Petróleo y extractivismo en Venezuela: Estado, propiedad y diversificación, UCAB/IESA, ABediciones

 

Balza, R., M. A. Paublini, F. Spiritto y A. Schwarzbauer [Coord], (2022) Propuestas para el Presente y el Futuro de la Economía en Venezuela, UCAB/FKA,, ABediciones

 

Balza, R. y O. Felizzola [Coord] (2023) Gas natural en Venezuela: incentivos, regulación y transición energética, UCAB/IESA, ABediciones

 

Balza, R., U. Garay y M. Goncalves [Coord.] (2024) Después de la hiperinflación: estudios sobre el dinero en Venezuela, UCAB/IESA, ABediciones

 

Balza, R. [Coord.] (2024) Sobre las sanciones en Venezuela (Traducido al inglés como On Venezuela-Related Sanctions), UCAB/CONAPRI, ABediciones

 

Foros y artículos adicionales en la página de la Escuela de Economía

Crónica desde el Ávila: «EL PACIFICADOR»

Crónica desde el Ávila: «EL PACIFICADOR»

Escrito por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo

 

Es imposible interpretar mejor la realidad social actual sin un estudio serio de la historia. Nadie puede saber verdaderamente quién es y qué pretende ser mañana sin nutrir el vínculo que lo une con las generaciones que lo preceden. Estudiar y narrar la historia ayuda a mantener encendida la llama de la conciencia colectiva. Estamos en un cambio de época en el que no resulta fácil situarse, pues los valores que le daban sustento a la vida social resultan insuficientes o ignorados.

 

La literatura hoy día es considerada como algo no esencial. Sin embargo, “la literatura surge de la persona en lo que éste tiene de más irreductible, en su misterio. Es la vida, que toma conciencia de sí misma cuando alcanza la plenitud de la expresión, apelando a todos los recursos del lenguaje”. Más allá del valor intrínseco de obras como El Quijote o Cien años de soledad, para no citar sino a dos obras de relieve universal, nos ponen ante la visión de la vida, con un profundo sentido crítico que, más allá de lo novelesco, es motivo de reflexión para lo que estamos viviendo. Lamentablemente, la ignorancia o mejor el desprecio a ejercer el discernimiento de la vida y cotejarlo con los valores que mueven la existencia no parece ser una de las mejores virtudes de hoy.

 

Cayó en mis manos la novela El Pacificador de Francisco Suniaga que la devoré con fruición tanto por el autor como por asumir como personaje central al mariscal Pablo Morillo al frente de la mayor expedición militar desplegada por el imperio español para intentar pacificar y devolver a la corona española el dominio de las tierras rebeldes del Caribe. Es apasionante la lectura de esta novela histórica, hecha con primor en varios años de intenso trabajo e insomnios robados al descanso. Suniaga tiene no solo el dominio del lenguaje al que hay que añadir esa pisca de misterio y de suspenso que tiene cada una de sus páginas.

 

El contraste entre la mentalidad de un peninsular que nunca había tenido contacto con el nuevo mundo, el imaginario diálogo que atraviesa toda la obra con Francisco Miranda en La Carraca nos sitúa ante el drama de encontrar solución a la identidad de un pueblo, el del nuevo mundo, y su relación con la metrópoli que tampoco tenía muy clara la visión de si se trataba de una colonia, de unos súbditos iguales a los peninsulares o algo distinto. La independencia se plantea como una búsqueda de solución a algo que no podía continuar, pero del que no se tenía una respuesta clara ni por los patriotas ni por los peninsulares.

La falta de perspectiva histórica nos lleva a pensar que lo que hoy llamamos Venezuela era tal a comienzos del siglo XIX. Nada más falso, la unidad geopolítica de la Capitanía General de Venezuela no se correspondía con la realidad cultural de entonces. El oriente y Guayana no eran Venezuela, tenían otra historia de siglos. Igual con los Andes y parte del occidente más ligados a la Nueva Granada. Los llanos eran territorio ignoto para los que vivían en la cornisa costera. Miranda era visto como extranjero por los suyos. Arismendi y Mariño, Piar y Bermúdez no tenían argumentos válidos para someterse a Bolívar que representaba otros intereses. Fueron pocos los caudillos de los Andes que se sumaron a la causa patriota, la mayor parte de ellos reinosos. Bolívar no las tuvo todas consigo, pues el pasado de su familia, principalmente de su padre, no generaba adhesiones. Preferible era ser súbdito del rey y no de quienes se habían aprovechado de su prosapia en beneficio propio y no de la gente. Páez representa el temperamento indómito e independiente que actuó con arrojo y temeridad a favor de la causa republicana.

 

El cambio anímico y táctico militar de Pablo Morillo es propio del choque inevitable de dos mentalidades y de las barbaridades que trajo consigo la guerra a muerte, en la que de ambos bandos se cometieron tropelías en las que la justicia, el derecho, el respeto a la vida no contaba. Esta novela se me antoja una parábola en acción; es un espejo de la Venezuela que vivimos hoy en la que el uso indiscriminado de la ley conduce a la represión y la tortura porque la vida (del otro) no vale nada.

 

Como buen margariteño, conocedor y amante del Caribe, las descripciones de paisajes y personas son sublimes. Personajes desconcertantes aparecían por doquier. Criollos fieles a la corona; peninsulares del bando republicano y los más bajos sentimientos en quienes casi por su cuenta sacaron a relucir sus peores atributos para convertirse en adalides de una guerra sin cuartel en la que, como siempre, los inocentes fueron las víctimas de unos y otros. Hombres desconcertantes como el Padre Llamozas, José Domingo Díaz o Don Feliciano Palacios.

Ante una investigación tan a fondo no me atrevo a criticar las licencias que se toma el autor para enhebrar la historia real con la ficción que le da dramaticidad al pensamiento y conducta de un hombre que se siente abandonado a su suerte pues deseando retornar a su patria no consiguió ni el permiso ni la ayuda que lo pudo convertir en un exitoso general. Documentos que reposan en los archivos eclesiásticos me llevan a pensar que algunos episodios indican a las claras que a pesar del dominio de la inteligencia militar no llegó a entender el alma indómita de las huestes patriotas, sin mayor disciplina ni preparación castrense, pero con un arrojo y creatividad que superaron a los disciplinados batallones hispanos. No podemos pedirle a una novela la minuciosidad de una investigación que deja a la imaginación espacio libre para diversas conjeturas. El encuentro de Bolívar y Morillo marcan la diferencia de caracteres donde hay batallas que se ganan sin el uso de las armas.

 

La descripción apasionada de un criollo sobre la actuación del caudillo hispano es un ejercicio envidiable de tratar de ser ecuánime y objetivo. Me pregunto si las páginas de El pacificador hubieran sido escritas por el culto secretario del mariscal, José María Asorey. Estamos, me atrevo a decirlo ante el mejor elogio que un hijo de esta orilla del Atlántico puede hacer de quien vino a subyugarnos. A dos siglos de distancia esta novela histórica o esta historia novelada es un retrato al carbón de nuestro pueblo que no acaba de encontrar el rumbo de la auténtica independencia, lejana a los odios y a las mezquindades que nos han hecho perder ser en buena forma el paraíso terrenal que creyó encontrar Colón en las costas de Paria. Mi admiración sincera a esta obra que supera, a mi entender, al Pasajero de Truman.

 

Para empezar en el cine de fantasía sin plata

Para empezar en el cine de fantasía sin plata

Escrito por Juan Manuel Fuentes Salonia

Aquella imaginación que no reconocía límite alguno, ya no puede ejercerse sino dentro de los límites fijados por las leyes de un utilitarismo convencional; la imaginación no puede cumplir mucho tiempo esta función subordinada, y cuando alcanza aproximadamente la edad de veinte años prefiere, por lo general, abandonar al hombre a su destino de tinieblas

André Bretón

 

Decir que el cine latinoamericano carece de imaginación sería un insulto a los miles de creadores que se esfuerzan día a día en representar nuestras realidades creativamente a través de la imagen en movimiento, pero el problema principal radica en aquella palabra: realidades. El cine latinoamericano es, en su mayor parte, un cine muy realista. Esto está bien. Este tipo de cine apoyado en la realidad es necesario, pero, sin ánimos de ofender el intelecto o la ingenuidad de mis compañeros, me parece tormentosamente aburrido. No hace falta tener que ir al cine para ver lo que está pasando en la calle de al lado. Basar nuestro cine únicamente en la realidad latinoamericana resulta limitante.

 

Es cierto que el punto de partida para escribir historias es la experiencia personal, pero a la hora de hacer cine, estas historias al final siempre se limitarán a lo que el presupuesto o la disponibilidad de los equipos dictamine. No culpo a los cineastas que, en el contexto en el que se encuentran, hagan cine realista, porque no somos Hollywood para hacer grandes espectáculos de acción y efectos especiales. Pero yo no crecí viendo cine realista, crecí viendo monstruos, caballeros, castillos y naves espaciales. Soñaba con ser un mago, tener un dragón de mascota, y vivir en un mundo poblado por robots mientras viajaba por el universo sobre un crucero espacial de clase Venator. No encuentro felicidad en la realidad. No me interesan los asuntos del hombre cotidiano. Mi experiencia personal es la fantasía, y no puedo, no, me rehúso a limitar mi creatividad a la realidad por conveniencia, a pesar de no poseer ni un dólar, euro, rublo, libra o bolívar que me permita construir de cero los mundos que los grandes estudios pueden hacer con unos cuantos millones de dólares. Realizar cine fantástico sin límites con muy bajo presupuesto es un desafío muy grande, pero es realizable.

Llamageddon (2015) Howie Dewin

 

Observemos al primo del cine: el teatro, el espectáculo original. En el teatro se comprime un universo entero dentro de un espacio pequeño, pero para que esta compresión sea posible es necesario que el equipo de producción de la obra y los espectadores trabajen juntos usando la imaginación, porque a fin de cuentas es imposible construir un castillo real dentro de una pequeña sala. Al asistir a la sala, uno no espera ver algo real, pues desde el principio absoluto comprendemos que lo que se verá es una dramatización. Este conocimiento de que lo que vemos no es real, paradójicamente, nos permite involucrarnos en el espectáculo, tomando lo representado como real dentro de su propia ficción. Entonces, se nos olvida que el fantasma es un hombre con una sábana, que el caballero está vestido con una armadura de papel aluminio y que los extraterrestres son simples humanos con máscaras de papel maché; asumimos que un espacio cerrado, oscuro y algo húmedo de menos de tres metros es un gran desierto que se expande por kilómetros, y que con una máquina de humo se puede crear una bruma densa e impenetrable. Sin la existencia del pacto metaficcional no existiría el teatro, que no tiene que esforzarse en ser creíble para generar emoción en el público: ¿por qué no aplicar esto al cine?

 

Georges Méliés, como dramaturgo que fue antes de ser cineasta, comprendió las ventajas que tenía el cine sobre el teatro con respecto a la practicidad. Él tampoco estaba interesado en representar la realidad, sino en elevarla a través del celuloide. A través de sus experimentos, y los de muchos otros, se fundamentaron las bases del cine fantástico. Sin embargo, con el paso de los años, los caminos del cine y el teatro se separaron y, en vez de que el cine busque presentar una realidad elevada y sorprendente de la misma forma que el teatro, haciendo que obra y espectador trabajen juntos a través del pacto metaficcional, el cine buscó crear una realidad tan perfecta que a uno se le olvide que está viendo una película: cortes invisibles, modelos hiperrealistas de personajes, simulaciones de físicas exactas. Si bien esto es positivo, pues maravilla al público y le hace dudar de la realidad y la ficción, ha creado una barra invisible, un umbral de calidad determinado que diferencia el cine “bueno”, bien realizado, del “malo”. Hoy en día es fácil identificar un filme casero de uno hecho por un estudio, y los juzgamos de acuerdo a esas categorías, ensalzando a la película de estudio como “mejor” sobre la otra por el simple hecho de poseer mayores recursos que permiten una imagen mejor lograda o efectos especiales más “realistas”. La película casera, por el contrario, queda para siempre relegada a una categoría secundaria con respecto a calidad, cual sistema de castas, y queda incapaz para el ojo público de ser evaluada de la misma forma que una película de estudio. Como latinoamericanos, conocemos muy bien este problema, pues el grueso de nuestras producciones no suelen superar ese imaginario umbral de calidad al que están tan acostumbradas las audiencias internacionales. A pesar de ello, aquel que quiera hacer cine fantástico en este contexto deberá aprender a lanzarse de lleno y condenarse a sí mismo a una eternidad de cine casero o “malo”, a fin de poder cumplir con sus deseos de llevar a la pantalla una aproximación del universo que existe en su mente. 

La Caimanera (2023). Juan Fuentes (Youtube: Mongoyon)

Supongamos, entonces, que la enorme etiqueta de cine casero que se deberá cargar hasta el final no es un problema. El principal problema es, como cualquiera sin recursos, el presupuesto. No podemos crear de cero una película de fantasía que rivalice con El señor de los anillos si apenas tenemos suficiente para nuestro sustento. No tenemos acceso a vestuarios, modelos a escala, maquillaje profesional, ni un equipo de efectos especiales; pero tenemos una idea, unos amigos dispuestos a actuar, algunos materiales como papeles y cartones, una computadora y una cámara o teléfono. Con eso es suficiente para dejar volar la imaginación. El primer paso es recordar lo que hace efectivo al teatro: el pacto metaficcional, y hacerlo trabajar a nuestro favor. En lugar de intentar engañar al espectador con cortes invisibles y efectos realistas, debemos hacer todo lo contrario. 

 

No nos debe preocupar, en lo que al departamento de arte se refiere, que todo se vea lo más falso, obvio e inverosímil posible en lo que a estética se refiere. Un caballero con una armadura hecha con cartón y papel aluminio, un mago cuyo cetro es una escoba que puedes encontrar en un supermercado y con una capa hecha a partir de un pedazo de tela o una bolsa de papel, un extraterrestre que usa una máscara de foamy para diferenciarse de los humanos. Los antiguos griegos interpretaban a los dioses usando tan sólo una máscara de arcilla ¿Por qué un cineasta sin recursos debe invertir en vestuarios intrincados o en trajes completos de látex solo para ver si lo toman en cuenta? He visto maravillosas obras de teatro fantástico con propuestas de arte mucho más minimalistas. Si este minimalismo barato se mantiene constante, es decir, que la película mantenga la misma propuesta artística de disfraces de cartón y maquillajes sencillos, se convierte en la nueva normalidad visual del metraje y se vuelve a crear ese pacto metaficcional. Estamos tan fuera de la película, ante la obviedad de que todo lo que se está viendo es falso, que volvemos a ella a través de las grietas.

 

Con respecto a la postproducción, nunca había sido tan sencillo editar un producto audiovisual. Los artistas tenemos hoy en día un amplio repertorio de programas y herramientas gratuitas, y si no nos preocupamos porque la película se acople a los cánones de calidad por los que se juzga una película, se crea un universo de posibilidades para la creación de efectos especiales sin que estos tengan que verse completamente creíbles. Se pueden hacer rayos láser, explosiones, monstruos generados por computadora, fondos de montañas y castillos con imágenes de uso libre en internet e incluso con el adecuado uso de la inteligencia artificial se pueden hacer cosas que anteriormente requerían equipos completos y entrenamiento minucioso. Todo desde la comodidad de una computadora. Experimentar con el estilo visual con equipamiento accesible nunca había sido tan sencillo. Además, la complejidad visual del cine fantástico obliga a los no experimentados en técnicas de edición a practicar y mejorar para crear cada vez obras más sorprendentes.

Filthy Frank vs Chin Chin (2016) George Miller (Youtube: TVFilthyFrank)

 

La gran desventaja de esta metodología de realización cinematográfica radica en la percepción que los otros tengan sobre la obra finalizada. La obra será considerada una locura. Se verá como un proyecto universitario o un sketch de YouTube porque no sigue las leyes o las convenciones del cine comercial, pero eso no debe detener a los artistas. Aunque este estilo funcione muy bien para historias de comedia o tramas un poco más bizarras, siempre hay espacio para la experimentación, y no debería ser limitante para la realización de obras que se tomen más en serio a sí mismas. Nada detuvo a Buñuel y a Dalí de hacer Un perro andaluz, a los franceses de hacer su cine no convencional en la nueva ola, a los alemanes del expresionismo a deformar la realidad a su antojo a través del maquillaje y la escenografía. Que tu obra tenga vestuarios de papel maché y composiciones digitales rudimentarias no la hace indigna de ser considerada artística. Lo importante es que exista una idea y un motivo, un pathos que una a toda la obra en una sola unidad, que a pesar de las carencias tenga un corazón palpitante. Para nosotros, que soñamos con otros universos, no es suficiente ver a la ventana de al lado, a hacer lo que es considerado correcto, y debemos satisfacer por cualquier medio la imperiosa necesidad de contar fantasías con imágenes y sonido. Lo importante siempre es empezar, pero la única manera de hacerlo es tomar la imperfección, abrazarla y hacerla nuestra para poder mostrarle al mundo nuestra creatividad:

 

“No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación” (Bretón, 1974, p. 21).