Por Sofía N. Avendaño
Fotos de Manuel Sarda

 

Decir que una feria del libro es una fiesta de la lectura es, posiblemente, un lugar común o –como se dice hoy en día– un cliché. Y es verdad. Todo el mundo usa ese tipo de expresiones cuando se quiere hacer promoción a una actividad de esta naturaleza. No obstante, después de trabajar, participar y asistir a la Feria del Libro del Oeste de Caracas (FLOC) no puedo negar que sí se trata de una fiesta. Una en la que hay música, comida, colores, reencuentros y muchas más cosas que son tan específicas como divertidas y, muchas veces, curiosas.

Yo comencé a trabajar en la FLOC hace cinco años, específicamente en el año 2019. Recuerdo que en aquel entonces no era más que una pasante que poco sabía del mundo cultural. La nación invitada en aquel momento fue Países Bajos y trajeron a varios autores que, durante una semana, compartieron su conocimiento, tiempo y pasión con la audiencia ucabista. Disfruté mucho de aquella experiencia y fue genial vivirla en ese momento porque después, debido a la pandemia del Covid-19, tuvimos que reinventarnos y migrar a las plataformas de Zoom porque todas y cada una de las actividades del 2020 fueron virtuales. 

Actividad de la Escuela de Educación UCAB

La experiencia no fue igual. Era imposible. A muchos los tuvimos que ver a través de un cristal tecnológico y a los pocos con los que compartimos el espacio físico era difícil reconocerlos porque todos llevábamos esos bozales de tela y algodón que supuestamente nos mantenían a salvo. Esa sí que fue otra experiencia. El tiempo corría deprisa y la necesidad del reencuentro de los invitados no hizo más que multiplicar los eventos y acortar las horas. Yo ya no era pasante de abediciones en ese momento. Ya era parte oficial del equipo y si bien no puedo decir que la del 2020 fue mi feria favorita, sí fue la primera en la que me sentí identificada con el concepto de la FLOC. No había libreros. No había libros. No había espacios físicos comunes. Nada de eso. Había otra cosa, otra mucho más íntima y, de cierta manera, cercana. Creo que la virtualidad y la distancia fueron el escenario perfecto para que la esencia misma de los libros y todo lo que representan se manifestara. Las charlas carecieron de la fría formalidad de la academia y, en su lugar, se convirtieron en conversaciones y tertulias llenas de risa, emoción y algo de melancolía. Bajo el concepto de una feria, el equipo de abediciones logró conectar a cientos de personas distantes las unas de las otras. Les dio un rato de desconexión de la realidad y los guió a ese espacio único, pero invisible, que habita entras las páginas de los libros.

Definitivamente la razón de ser de una feria es esa: conectar. Y eso hicimos. 

Las ferias que vinieron después también fueron muy especiales. En el 2021 experimentamos el concepto de lo “híbrido” que, sin duda alguna, fue un reto que puso a todo el equipo al límite.

La del 2022, por su parte, fue distinta. Fue una mezcla de alegría y tristeza. Una promesa de esperanza y de compromiso porque ese año tuvimos la gran alegría de recibir a los libreros nuevamente en nuestro campus, con sus tradicionales kioscos blancos, pero también despedimos al hombre que durante seis años fue incondicional con nuestra feria, el antiguo rector de la Universidad Católica Andrés Bello, Francisco José Virtuoso. No puedo mentir. Una feria sin Virtuoso era difícil de ser considerada como tal. Al menos no como nuestra feria, pues eran sus palabras las que siempre la inauguraban y eran sus directrices y sugerencias las que, de cierta manera, fungían como guía. Muchos pensaron que cancelaríamos la feria. Era natural considerando el luto de la UCAB. No obstante, no existe mejor manera de honrar a alguien que continuando con su legado. Y eso hicimos. Organizamos la 7° Feria del Libro del Oeste de Caracas y con ella rendimos un homenaje a nuestro eterno guía.

Y es entonces cuando llegamos al 2023 y a la 8° edición de la FLOC. Fue un reto y uno muy grande. Entre otras cosas porque era el epílogo de los 70 años de vida de nuestra universidad y, por ende, todo tenía que ser perfecto. Durante años invitamos a países y homenajeamos a personas, y ahora era el turno de rendir culto y homenaje a nuestra casa: la UCAB ¡Qué responsabilidad! 

Libreros en la UCAB

Marcelino Bisbal y Jonathan López son los líderes del comando. Ellos marcan la pauta y nosotros, el equipo, la seguimos y procuramos. Todos los años, bajo el lema de “vamos a darle”, diseñamos la feria lo mejor que podemos, pero este año, tuvimos que diseñarla con lo mejor que somos como equipo y como individuos. Con esto presente, los profesores Marcelino y  Jonathan dieron forma y bienvenida a más de cien actividades (ciento dos para ser precisa) y nosotros, los artesanos de la feria, nos encargamos de que la ejecución de estas fuera eficiente y excelente. Fue así como entonces seis días (desde el 27 de noviembre hasta el 2 de diciembre) se convirtieron en una de las celebraciones más grandes de la universidad.

Recuerdo el miedo al ver la grilla que no paró de editarse sino hasta el fin de semana previo a la inauguración. Creo que todos teníamos la misma pregunta ¿Nos daremos abasto? ¿Podemos con tanto? Estamos hablando de más de quince presentaciones de libros, casi diez talleres, tres eventos protocolares y múltiples conferencias y tertulias… por no mencionar la venta de libros. Todo en menos de una semana… ¡Ja! Sí fue posible y por supuesto que se logró.

Primero dimos la bienvenida a los caballeros que pacientemente instalaron las carpas y kioscos en el campus de la UCAB, convirtiéndola en un oasis blanco con luces amarillas que, al menos para mí, brindaba cierto encanto propio de Las mil y una noches a nuestros jardines ¡Qué lindo es caminar entre aquellos kioscos blancos, pero más lindo es ver como cobran vida con los libros y sus libreros! 

Después de eso nos dividimos las actividades y fue así como todos, los integrantes de este equipo, dimos inicio a nuestra feria.

Eduardo Liendo

Este año la pregonera fue Diajanida Hernández, cuyo discurso enfatizó la relevancia que tienen los libros y la academia en un contexto como el que hoy en día atraviesa el mundo. No pude estar más de acuerdo con ella a lo largo de la semana, pues aunque se supone que tenía que brindar apoyo técnico y cubrir como prensa a las actividades, todas y cada una de ellas logró conquistar mi atención y robarme algunos minutos de mi tiempo para transmitir una idea valiosa. Algunas de ellas fueron: la presentación del poemario Las horas negras de Raquel Markus-Finckler en donde reflexionamos sobre el Holocausto y la huella que dejó tatuada en nuestro mundo, pero que, me temo, muchos ignoran. Los homenajes a Victoria de Stefano, El Papel Literario de El Nacional y a la editorial Pre-Textos, por sus grandes aportes y apoyo al mundo de las letras venezolanas. El toque de la Banda de Guerra del Colegio San Ignacio que, cual flautista de Hamelin, guio a las personas al auditorio Hermano Lanz en donde proyectaron el documental que narra los cien años de existencia de la institución. 

Todos y cada uno de los documentales que se proyectaron a lo largo de la semana, Divina Pastora de las Almas; Samuel Darío Maldonado. Un río por explorar; OZZIE, la historia de Oswaldo Cisneros Fajardo y La aventura del café de Venezuela, fueron de la mano del equipo de Cinesa quienes desde ya hace varios años son aliados que con su lente muestran a la audiencia historias inspiradoras que permiten mirar a nuestro país desde nuevas perspectivas. Lo mismo ocurrió con la proyección de la película Simón (2023) de Diego Vicentini y el foro que la acompañó, pues inevitablemente con ella conectamos de una manera que no es fácil definir para la mayoría de las personas, pero que sin duda todos comprendemos.

Otro momento que considero que vale la pena destacar fue la entrega de la Orden UCAB. Este es el reconocimiento más grande que puede dar nuestra universidad y se le entrega a personas cuyas labores hayan impactado significativamente al desarrollo de Venezuela. Este año fueron dos hombres quienes la recibieron. Eduardo Liendo, escritor y profesor; y Julio Castro, médico infectólogo. Ambos merecen ser llamados “maestro” aunque pertenezcan a mundos totalmente diferentes. El primero posiblemente pasará a la historia por ser el autor de una de las obras más importantes de la literatura venezolana, El mago de la cara de vidrio, y el segundo, hará lo mismo por su importante servicio durante la pandemia del Covid-19. Es verdad que ya conocía su trabajo, pero creo que este fue, por mucho, uno de los eventos protocolares más emotivos que ha tenido nuestra casa de estudios. Literalmente, más de uno soltó algunas lágrimas al escuchar los discursos de ambos caballeros.

Marcelino Bisbal

La Cátedra de Bello no se quedó atrás. Este año fue responsabilidad de Edgardo Mondolfi darnos una clase magistral sobre Andrés Bello. Para el que no lo sepa, la razón por la que la FLOC se realiza en la última semana de noviembre es porque el 29 de dicho mes se celebra el día de Andrés Bello y, al ser este nuestro nombre, no nos parece una mejor manera de celebrarlo que con una festividad que, sin duda, él habría disfrutado. El señor Mondolfi, quien es miembro de número de la Academia de Historia de nuestro país, nos deleitó con una historia tan vívida y emocionante que, estoy segura, nos permitió transportarnos en el tiempo.

Sería grato conversar de cada una de las actividades, pero eso tomaría demasiado espacio en este portal. No obstante, sí puedo decir que en esta feria hablamos de Inteligencia Artificial y de Tolkien, del Holocausto y de Harry Potter, del pasado y del futuro. Muchos son los temas e invitados con los que contó la feria, pero creo que vale la pena mencionar a cada una de las personas que hizo de estos eventos algo único y extraordinario: Zulay Álvarez, Meryi Barreto, Leonardo Mendoza, Ricardo Tavares, Marialejandra Díaz, Mary Carmen Navarro, Reyna Contraras, Isabel Valdivieso, Nacary Pérez, Jonathan López, Marcelino Bisbal, Octavio Armas, Sonia Godoy y mi persona, Sofía Avendaño. Somos un equipo que puede que a veces parezca pequeño, pero que, sin duda alguna, puede unirse para hacer cosas grandes.

Diajanida Hernández dio inició a la FLOC con las palabras “En el mundo postpandémico de hoy, en esta extraña realidad, con disparidades y contradicciones, de tiempo y cultura fracturadas, en crisis; en el duro contexto, que todos aquí conocemos, de la Venezuela actual, creo que somos privilegiados y afortunados de encontrarnos en este lugar”.

Tiene razón. Somos afortunados de contar con espacios en donde los libros, la cultura y el arte se reúnen para dar un mensaje de esperanza y optimismo en tiempos en los que sabemos que ambos conceptos son cuestionados y por eso, la FLOC sigue y seguirá porque como bien lo dijo nuestro lema de este año, tenemos a la esperanza como compromiso. 

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