Por Cristian Pestana

 

A lo largo de la historia, el cine ha funcionado como una herramienta de transformación y evolución en la cultura popular. Cada historia presentada en la gran pantalla aporta algo nuevo para el imaginario colectivo y eleva la intencionalidad del séptimo arte a un propósito más significativo que el simple entretenimiento.

El cine es arte, es moda, es poesía… Hay una larga lista de significados que se le pueden atribuir y todos son válidos. Tomando en cuenta esto, se puede afirmar que las películas y sus historias ejercen una gran influencia en los espectadores y, pueden llegar a ser focos de inspiración. Ya sea para buscar una carrera en la industria del cine o aplicar las lecciones o conocimientos aprendidos en la pantalla grande dentro de la vida cotidiana.

En la escena final de la cinta italiana Cinema Paradiso(1988) de Giuseppe Tornatore, Salvatore se encuentra en una sala de proyección visionando los fragmentos de películas clásicas que solían pertenecer a su amigo proyectista, Alfredo. En ellos, observa las escenas de amor restauradas que el clero de su pueblo no permitía proyectar en la sala del Cine Paradiso, lugar donde encontró su vocación como director de cine a través de los sueños plasmados en celuloide. El rostro de Salvatore con sus ojos cubiertos de lágrimas se alterna con las imágenes de la pantalla y refleja su catarsis personal. Todos somos Salvatore contemplando una maravilla audiovisual en la sala oscura donde la línea entre el cine y la magia se desdobla y adquiere un nuevo sentido.

La película de Tornatore fue galardonada con el Premio Oscar a la mejor película extranjera y al día de hoy continúa vigente. Su mensaje optimista que invita a cada individuo a perseguir sus metas personales y no dejarse superar por las adversidades funciona como la primera ilusión cinematográfica de muchos Salvatore.

En el año 2016 se estrenó La La Land, uno de los musicales contemporáneos más aclamados. La historia de amor entre Mia, una aspirante a actriz y Sebastian, un pianista en horas bajas, ambientada en la ciudad de Los Ángeles, despertó un gran furor entre los amantes del séptimo arte y su mensaje agridulce de los sacrificios personales que se deben realizar para cumplir las metas deseadas caló hondo entre los espectadores. El fenómeno que desató esta producción llevó a la creación del día de La La Land, el 25 de abril. Además, se registró un aumento considerable de visitas en las áreas de la ciudad que constituyen algunos escenarios de la historia. Ese es el efecto de las grandes historias.

Adicionalmente, el cine también cuenta con el poder de sanar y reconciliar a cada individuo con ciertos temas de interés. Ya sea los relatos de superación personal en el ambiente deportivo o tras una tragedia. En ese sentido, tenemos películas como Un sueño posible (2009), sobre el jugador de fútbol americano Michael Oher o la inolvidable Billy Elliot (2000), sobre un chico perteneciente a una familia obrera que tiene aspiraciones de ser bailarín de ballet.

En la primera, se demuestra que no importa el trasfondo de donde provenga el individuo, las metas se pueden cumplir con perseverancia y pasión por un objetivo. Mientras, que en la segunda película, ambientada en un pueblo inglés minero, el joven Billy se desliga de los caminos tradicionales destinados para los hombres de la localidad y persigue su afición por el ballet hasta lograr una audición en la Escuela Real de Ballet de Londres y encaminarse a un futuro próspero.

En la televisión, la miniserie Gambito de Dama(2020) se convirtió en un éxito arrollador. La trama gira en torno a Beth Harmon, una joven huérfana que posee capacidades extraordinarias en el juego de ajedrez. La introducción de un personaje femenino poderoso en un ambiente dominado por hombres fue uno de los elementos más valorados, contextualizando su narrativa de empoderamiento y mensajes positivos sobre el triunfo y la resiliencia. Luego de su estreno, se reportó un aumento en el número de jugadores de ajedrez, así como un interés en aprender más sobre el juego. Un impacto favorable para la industria del ajedrez.

Para los espectadores que consumen estas historias, ver a un personaje buscar su propio camino y encontrarse a sí mismo es otra fuente de inspiración, capaz de generar reflexiones personales e instar, de manera subconsciente, un cambio en el individuo.

El cine también ofrece catarsis y libertad creativa para construir un mundo mejor, a través de la mente del guionista y el buen hacer de un director. Las posibilidades son ilimitadas. En el poderoso epílogo de Bastardos sin Gloria(2009), el cineasta Quentin Tarantino imaginó el asesinato de Adolf Hitler y sus adeptos nazis en una sala de cine, lo que le permitió jugar con las expectativas de los espectadores y crear un efecto subversivo. De la misma forma, lo hizo en Erase una vez en Hollywood (2019), donde Sharon Tate no muere a manos de la familia Manson. Estas licencias generan un nivel de empatía, que permite conectar mejor con la historia y deja un impacto considerable en los cinéfilos.

La conexión entre el individuo y la sala oscura se hace patente en la cotidianidad. El efecto de las historias que disfrutamos se queda con nosotros por mucho tiempo, luego de un visionado. Es una experiencia a gran escala que inspira y transforma en distintos niveles. Y su legado es perdurable.

 

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