Por Bruno Berardi
Los seres humanos somos seres visuales. Nos enfocamos más en la imagen que en el contenido. Este concepto se aplica incluso a los libros. Lo primero en llamarnos la atención es la portada, no el texto. Tomando en cuenta esto, surgió, desde hace mucho, la necesidad de darle una forma «física» a las historias: Los libros ilustrados.
Estos han tenido una tendencia en la era digital debido a su variedad para todas las edades. Desde los clásicos de la literatura para los más pequeños hasta los mangas o cómics para los más grandes.
El impulso de darle una imagen a las palabras ha estado presente en gran parte de la historia de la literatura, tanto así que su origen no es preciso. Desde la ilustración de manuscritos, las miniaturas persas o los rollos orientales ilustrados. Pero la verdad es que la ilustración de libros, tal y como la conocemos hoy, se origina en el siglo XV con la talla en madera que rápidamente fueron incluidas en los primeros libros impresos, y, posteriormente, en los libros impresos en bloque.
Por otro lado, el origen de los primeros rollos ilustrados, que más adelante sería conocido como manga, data del año 1790, en el período Nara. Estas historias alternaban imágenes y texto lírico, pero el término “manga” (漫画) fue creado por Hokusai Katsushika, uniendo los kanjis de la palabra informal (漫 man) y dibujo (画 ga) que podría traducirse en el sentido más literal como “dibujos informales” o “garabatos”. Este estilo tomó gran popularidad en Occidente y en 1896 Richard F. Outcault publicó el primer cómic de la historia: Yellow Kid.
Es gracias a este híbrido texto-imagen que la posibilidad de la litografía, inventada por Aloys Senefelder en 1819, formó una mayor variedad de textos y precisión, ya que el artista ahora podía dibujar directamente en la placa para imprimir. Esto no solo dio un nuevo género literario, dio una nueva forma de expresión que tuvo diferentes variaciones con los años (murales, animaciones, impresiones, etc).
A comienzos del siglo XIX, el proceso de fotograbado de la litografía permitió reproducir fotografías en los libros con una precisión que sigue usándose hoy en día. En este proceso se utiliza una gelatina sensible a la luz para transferir la imagen a una placa de metal, que luego es tratada con un químico para finalizar el estampado. Otro proceso que cambió el rumbo de los libros ilustrados, al permitir la impresión a color, fue la cromolitografía (Francia, siglo XIX). El proceso era sumamente laborioso y costoso ya que el artista debía preparar una placa distinta para cada color a utilizar. No fue sino hasta finales del siglo XX que el proceso denominado litografía offset abarató y redujo el tiempo requerido para la impresión a color.
A veces las ilustraciones cuentan las historias sin necesidad de apoyarse en los textos. Este es el caso de los álbumes ilustrados. Las imágenes son tan sugerentes que llevan todo el peso narrativo. Claro que son vulnerables a la malinterpretación de sus acciones y mensajes, por esto las ilustraciones y los textos se complementan. Un texto puede ser muy bueno, pero acompañado de una mala ilustración lo desvaloriza y viceversa.
Los libros ilustrados también son una herramienta para captar el interés de los niños pequeños en la literatura. La combinación de los diferentes colores en las ilustraciones de los cuentos infantiles: las formas, el tamaño, el cómo estén realizadas, ya sea con pinturas, rotuladores, collages, acuarelas o digitalizadas, captan la atención de los más pequeños y los ayudan a comprender, a través de la asociación, el significado y la secuencia de cada una de las acciones planteadas en el texto.
¿Los libros ilustrados son solo para niños?
Ciertamente, los libros ilustrados son empleados para despertar el interés por la lectura en los más pequeños, pero, a pesar de esto, en los últimos años se ha extendido este estilo a todo el público.
Las ventaja que nos ofrecen este tipo de literatura son varias. Potencian nuestra imaginación y creatividad, mejoran nuestro nivel de alfabetización visual y nos deleitan simplemente con su carga estética-que es muy elevada-. También nos permite desarrollar nuestra capacidad de soñar con su alto valor artístico. Estas historias poseen además un tempo diferente al de las novelas sin imágenes, siendo más fácil leer.
Los libros ilustrados tienen una vasta historia y diversidad cultural a tomar en cuenta. No muchos prestan atención a este estilo capaz de convertir cualquier narración en una imagen fresca en nuestra mente que otorga nuevos niveles de profundidad y valor estético a temas diversos. Un estilo tan popular en todo el mundo debe tener más atención por parte de los escritores, ilustradores y editores. Después de todo, si una imagen vale más que mil palabras, ¿Cuánto valdría una historia con imágenes y palabras?