Por Cristian Pestana
¿Qué constituye una buena adaptación cinematográfica?
Es una pregunta compleja, con una gran variedad de respuestas. Las historias comienzan su viaje en una página en blanco, para luego experimentar un desarrollo extenso a través de su recorrido por los diferentes arcos argumentales y personajes. Una vez que el viaje escrito está completo y la historia cobra vida, comienza el viaje de transición de la página a la pantalla grande. De esta manera, comienza el proceso de adaptación cinematográfica.
No es una tarea fácil por los múltiples desafíos que conlleva la traslación de ideas y conceptos desde un medio a otro. La fidelidad a la obra de origen es un factor que se debe tomar en cuenta, ya que, aunque es imposible incluir todos los elementos de la obra literaria en su contraparte audiovisual, es de suma importancia mantener intacta la esencia del relato en cuestión.
También existe el concepto de adaptación libre, donde se toma las piedras angulares del relato (la idea principal, el tiempo, los personajes y las situaciones), pero con una estructura distinta. Se trata de una serie de elementos nuevos que potencian la identidad de las propuestas originales.
Entre las adaptaciones cinematográficas más exitosas, podemos encontrar la trilogía de El Señor de los Anillos dirigida por el cineasta neozelandés Peter Jackson. Basada en la obra fundacional del escritor británico J.R.R. Tolkien, se trata de una historia de fantasía con múltiples aristas y un proceso de worldbuilding nunca antes visto en la época de su estreno. El poder visual de las imágenes presentadas por Jackson en conjunción con la mitología rica en detalles del universo tolkeniano generó una producción deslumbrante que cautivó a toda una generación de fanáticos, ganó un total de 17 Premios Oscar entre sus tres películas y abrió la puerta a una serie de historias basadas en éxitos literarios, como lo son la saga de Harry Potter, la cual se convirtió en un fenómeno mundial y reportó una recaudación combinada de 1.155 millones de dólares. La traslación de los elementos que conforman el mundo mágico creado por la autora británica J.K Rowling supuso una de las franquicias más rentables de la historia del cine gracias a su fidelidad con el texto original y la imaginación empleada en la creación de cada escenario fantástico.
Los juegos del hambre fue otro de las grandes exponentes en este apartado. La trilogía de libros juveniles ideada por la autora Suzanne Collins fue adaptada con éxito en una serie de películas que encumbraron la carrera de la actriz Jennifer Lawrence y convirtieron la obra de Collins en un producto de gran relevancia cultural, con diferentes capas de simbología política y social. La historia de Katniss Everdeen, “la chica en llamas” se mantiene activa en la cultura popular y, como resultado, se encuentra en proceso de filmación una precuela basada en la novela de Collins Balada de los pájaros cantores y serpientes con la actriz Rachel Zegler como protagonista.
Cabe destacar que no todo el material escrito es trasladado a la pantalla de manera satisfactoria, y existen títulos que se consideran imposibles de filmar. Sin embargo, algunos de los libros que ostentan esa designación han disfrutado de una transición óptima a la pantalla grande. Este es el caso concreto de Una Aventura Extraordinaria, de Yann Martell, que tuvo su adaptación en el año 2013 bajo la dirección del visionario cineasta Ang Lee y cosechó un éxito rotundo de críticas y taquilla. Además, fue nominada a 11 Premios Oscar, incluido el máximo galardón de Mejor Película y resultó ganadora en 5 categorías, entre las cuales destaca el premio de Mejor Director para Lee.
Otro ejemplo notable de historias que superan su etiqueta de imposible de filmar es Duna, la obra cumbre de la ciencia ficción del escritor Frank Herbert que ha contado con numerosas adaptaciones en el medio audiovisual, entre las cuales se encuentra la fallida producción del icónico cineasta David Lynch y la rocambolesca idea de Alejandro Jodorowski que nunca se materializó en la gran pantalla. Pero el pasado año, el cineasta franco-canadiense Dennis Villeneuve sorprendió con su adaptación grandilocuente y poderosa de la narrativa de Herbert. El resultado fue una superproducción que disfrutó de un cálido recibimiento por parte de público y crítica, además de obtener diez nominaciones a los Premios Oscar, de las cuales se hizo acreedora en las categorías de mejor banda sonora, mejor diseño de producción, mejor fotografía, mejor sonido, mejor edición y mejores efectos visuales. Este triunfo rompió la “maldición” asociada a la adaptación cinematográfica de Herbert y aseguró el desarrollo de una secuela, que está en proceso de filmación y se estima que llegue a las salas de cine durante el otoño de 2023.
Las adaptaciones cinematográficas no se limitan a un libro. Los poemas también son fuente de inspiración para muchos realizadores y, a lo largo de los años, algunos de los textos más emblemáticos de la historia de la poesía han logrado capturar la atención de un sinfín de cinéfilos empedernidos que harían todo lo que fuera posible por plasmarlos en los sueños de celuloide.
Uno de los ejemplos más consistentes que ha logrado convertirse en una adaptación muy querida por toda la familia es la Balada de Mulán, pieza literaria que se trasladó a la compañía de Buena Vista y dio como origen la cinta animada original, que, con el paso del tiempo, se ha confirmado como una de las producciones más queridas por los fanáticos de Walt Disney Studios. Dentro de la historia, encontramos a una joven valiente que arriesga su vida por salvar a China de un inminente ataque por parte de los Huno y se convierte en una intrépida heroína. Los valores positivos de resiliencia, honor y empoderamiento presentes en la historia se mantienen vigentes en la actualidad.
Las historias poseen un encanto cautivador que sigue hechizando a los autores en la actualidad. Cada relato ofrece un sinfín de posibilidades para construir mundos particulares y ofrecer una visión creativa de todo lo que nos rodea. La literatura es magia y arte, que en conjunción con el cine se convierte en una experiencia atemporal.