Texto de Marialejandra Díaz V.
Me gusta escuchar las voces de otras personas. Es que, de hecho, es necesario.
Una de mis voces favoritas recientemente es nada más y nada menos que la de Sofia Ímber y esto es después de haber tenido la oportunidad de sumergirme en el mundo que dejó; un mundo de arte, de periodismo, de trabajo… un mundo sobre la cultura.
En este viaje tuve la oportunidad de conversar con quienes la conocieron y trabajaron con ella durante varios años, la profesora María Luz Cárdenas y el profesor Carlos Delgado Flores. Sus relatos sobre Sofía y, la que algunos consideran su obra más importante, el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Ímber (MACCSI) están disponibles en la obra recientemente presentada por abediciones, con prólogo del profesor Víctor Guédez: El MACCSI Un museo diferente.
Sin duda, una obra que hace honor a su contenido. Un libro-museo en el que pasar de cada página se siente como caminar entre las exposiciones, sus salas y oficinas.
En la obra, la profesora Cárdenas y el profesor Delgado Flores relatan la historia del MACCSI desde sus inicios, remontándonos a la época de construcción de Parque Central, estructura que, con toda la modernización y diversidad de elementos que ofrecía para sus habitantes -con farmacias, automercados, tiendas, bares- para algunos simbolizaba el fin de Caracas, pero Sofía Ímber lo describió como “una nueva forma de vivir”. Y a esta nueva vida le hacía falta un espacio para el arte.
La idea inicial era hacer una galería y el proyecto le fue confiado a Ímber. A partir de allí, 1971, comenzó la planificación, adquisición y donación de las obras que exhibiría. Aunque al principio no había un lugar destinado para el museo, Sofía Ímber afirmaba que en cualquier lugar, incluso un garaje, existiría. Así, pasando de tener de tres a dieciséis salas, el MACCSI fue creciendo. Contaba con comedor para sus empleados, bóvedas acondicionadas, salas de conferencias y conciertos, talleres de carpintería, una sala especial para invidentes, oficinas, entre otros, pero una muy importante de ellas fue la biblioteca pública de arte en Venezuela.
El museo funcionó bajo la dirección de Sofía Ímber desde 1973 (oficialmente, dado que desde antes ya se estaba organizando) hasta 2001, cuando Ímber fue destituida por el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a causa de una “revolución cultural” fundamentada en que la “élite tenía secuestrada el área cultural”.
Todos estos años, exposiciones y experiencias están en El MACCSI Un museo diferente. El primero de los ensayos, por la profesora María Luz Cárdenas, lleva por título “El museo diferente”, y el segundo, del profesor Carlos Delgado Flores es “Diez mil días en el museo puro”. Ambos cuentan una misma historia, pero sus voces distintas hacen de los dos una rica lectura, y además muy especial, porque escuchamos sobre Sofía Ímber y su museo por personas que trabajaron allí y con ella durante tantos años.
La profesora Cárdenas acompañó y trabajó con Ímber hasta que ella falleció en 2016, las unía no solo sus pasiones y carrera, sino también una gran amistad. Por otro lado, el profesor Delgado Flores fue uno de los periodistas que se formó en la “escuelita de El Universal”; las oficinas de las páginas culturales del diario que funcionaron cerca del museo. Adicionalmente, el profesor Delgado Flores comparte un estrecho vínculo con Sofía ímber, ya que fue él quien tuvo la penosa tarea de convocar la rueda de prensa en la que ella anunció su salida del museo.
Sin embargo, más de veinte años después podemos comprobar lo que dice el profesor Víctor Guédez en el prólogo: “pensar en Sofía es pensar en el MACCSI y pensar en el MACCSI es pensar en Sofía”. Y este es uno de esos casos en los que no es posible separar el arte del artista, pero es porque ambos tenían muchísimo del otro. Sofía Ímber construyó un museo desde la nada y dejó en él su personalidad, compromiso y pasión, que fueron el motor para hacer del MACCSI un ejemplo de buena cultura del trabajo y uno de los mejores museos del mundo, un hogar del arte, de las buenas costumbres y un símbolo de nuestra humanidad, de lo que somos capaces de hacer.
Esto es un poco de lo que conversé con el profesor Delgado Flores para una entrevista publicada en este mismo portal, el MACCSI era un museo de lo posible porque quienes trabajaron allí daban lo mejor de sí mismos. Sofía Ímber se basaba en el principio de la autoexigencia para el trabajo de cada día, en que primero debemos conocernos para poder dar algo a los demás. Es una idea que deberíamos aplicar en la vida diaria, a veces no podemos esperar de los demás algo que ni siquiera tenemos nosotros mismos, pero si trabajamos en quiénes somos y qué hacemos, no hay que mirar muy lejos para encontrar a una persona valiosa, ella estará en el espejo.
Ahora, en esta línea también podemos hablar sobre la importancia de ser fieles a nosotros mismos -aunque eso nos haga incómodos-, sobre ser “pelito de tuna, no porque crea que voy a cambiar el mundo, sino porque no quiero que el mundo me cambie a mí”, dicho por la misma Sofía Ímber en Yo, la intransigente una obra que recoge diferentes textos seleccionados de la columna con el mismo título, publicada durante varios años en El Nacional. Abediciones publicó una segunda edición en 2019, y como dice Diego Arroyo Gil para su prólogo, ir por sus páginas es escuchar la voz de Sofía, conversar con ella y estar o no de acuerdo con sus afirmaciones.
Esta edición se divide en siete partes de acuerdo a los temas que trata su autora; La mujer; Costumbres; TV, Teatro, Cine, Censura; Los jóvenes; Era apenas un niño; Ladrones y Policías; y Otras cosas. Es una lectura que te invita a preguntarte, porque son palabras que, como los buenos libros, pasan por ti y se quedan contigo. Te cambian, y eso es una necesidad. Sin la gente que te cuestiona y te hace cuestionarte a ti mismo, no podríamos detenernos y reflexionar, no habría espacio para preguntas esenciales: ¿Por qué hago lo que hago o digo lo que digo? Y más importante aún ¿Por qué pienso lo que pienso?
En resumen, Sofía Ímber fue una mujer cuyo legado no solo muestra formas de hacer periodismo y de su vital importancia para la sociedad, sino también la relevancia de la documentación y la preservación de la cultura. Su vida además deja una lección de cómo deberíamos vivir las nuestras, trabajando con compromiso y autoexigencia para hacer de ellas algo de provecho, que perdure en el tiempo y permita que otros se puedan nutrir de allí.
Sofía Ímber es un puente hacia la cultura, porque aunque su obra no ha podido permanecer intacta en el tiempo, igualmente no se desvanecerá. Todo lo que hizo, especialmente su museo, siempre será recordado con la grandeza que alguna vez tuvo, incluso si ya no está. Y las huellas que dejó en la vida de las personas que la conocieron y de las que puedan leer sobre ella, quedarán allí grabadas como evidencia de todo lo que es posible hacer en Venezuela y de todo lo que podemos ser cada uno de nosotros.