-a propósito de su fecha de nacimiento: 22 de febrero 1908-

 

Tulio Hernández

 

No ha necesitado Rómulo Betancourt de un refinado aparato de culto a la personalidad –como el que se forjó en su momento Fidel Castro o en tiempos más recientes se construyó Hugo Chávez– para consolidarse como la figura decisiva en la construcción de la democracia y del siglo XX venezolano. Al menos entre los venezolanos que generan opinión pública desde las filas de la resistencia democrática.

 

La reciente conmemoración de su fecha de nacimiento ha sido la oportunidad para que mucho se escriba sobre el hombre que presidió la Junta de Gobierno de la llamada Revolución de Octubre y luego, en 1959, se convirtió en el primer presidente venezolano, electo democráticamente, que logró terminar su período sin ser derrocado por militares golpistas.

 

Antes que él había sido electo, en 1948, el novelista Rómulo Gallegos pero no logró concluir el período de gobierno. Otro golpe de estado, conducido entre otros por Marcos Pérez Jimenez, puso fin al que fue el primer experimento de gobierno democrático ocurrido en Venezuela y en 1952 el felón tachirense se convirtió en jefe único y dictador.

Entre las tantas cosas que se pueden rescatar de Betancourt, un líder político con pensamiento y formación intelectual muy solida, una de las más importantes, a mi juicio, es haber comprendido con claridad meridiana que el gran obstáculo para la construcción de la democracia en Venezuela estaba en la tradición militarista que naturalizaba la presencia de los militares en ejercicio directo de gobierno por vía de las armas y no de la voluntad de los electores.

 

Ese fue uno de los objetivos fundamentales del famoso Pacto de Punto Fijo, reunir a los tres mas grandes partidos políticos de entonces –Acción Democrática,  COPEI y URD–para actuar de manera conjunta en la preservación de la democracia. Pero no solo lo comprendió conceptualmente sino que, entre los años 1960 y 1962, con la institucionalidad democrática naciendo, tuvo que dirigir personalmente la disolución de varios levantamiento militares, algunos de ellos como El Porteñazo, cruentos e implacables, sobrevivir a un intento de asesinato organizado desde República  Dominicana por el dictador Rafael Leonidas Trujillo, enfrentar varios intentos de huelgas generales, y dedicar luego recursos y muchas horas de trabajo para afianzar el control del sector civil sobre la institución militar que comenzó a profesionalizar para la vida democrática.

 

Y lo logró. Terminó su período de gobierno. Le entregó la banda presidencial a Raúl Leoni, su compañero de partido y de luchas desde los tiempos antigomecistas, en un acto que los niños de entonces recordamos como un acontecimiento que llenó de felicidad y orgullo a la nación.

 

Betancourt se fue retirando paulatina y discretamente de la vida política. Dio una lección de democracia al no intentar reelegirse ni gobernar en su partido. Hasta que las reelecciones de Pérez y Caldera, le sirvieron la mesa a los golpistas que habían reaparecido en 1992 y ahora Venezuela está otra vez bajo la bota militar.

 

Pero allí están, intactos y vigentes, el pensamiento, la ética y el valor de Rómulo Bentancourt como ejemplo y guía de la reconstrucción democrática que vendrá.

*Publicado originalmente en el portal Ideas de Babel

 

Si quiere conocer más allá de la significación que tuvo su accionar político,la importancia que diera Rómulo Betancourt a la promoción del sistema productivo, destacamos la necesidad de analizar, detenidamente, su pensamiento y obra como factores determinantes del desarrollo organizativo e ideológico democrático del sistema de relaciones sociales de trabajo, y de sus actores fundamentales”, como nos dice el profesor Luis Lauriño Torrealba en su obra: Rómulo Betancourt. El diseño de una república. La Configuración de las Bases Socioeconómicas y Políticas para el Desarrollo de la Democracia Social en Venezuela. 1928-1945, puede leer el texto editado por abediciones y que puede descargar en DESCARGAB de manera gratuita.

 

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